Antes tener los niños en el colegio era unas horas de tranquilidad, de olvidarte de sus "mami, se me ha roto esto" y de los "papi, dame lo otro". Era un rato de desconexión gracias al cual, cuando llegaban, gritando y corriendo por el pasillo como si fueran Atila el huno, te hiciera hasta ilusión verles. Total, al día siguiente los volverías a facturar a los profesores para que fueran su problema durante 8 horas.
Sin embargo, la tecnología ha avanzado, y lejos de hacernos libres nos ha convertido en esclavos. Whatsapp nos ha hecho que estemos permanentemente localizables por amigos, parejas, padres y lo que es peor, padres de otros niños. Sí, todo empieza con un fin noble, de velar por nuestros retoños, pero como todo grupo de Whatsapp acaba descarrilando, lo cual unido la la variedad de los integrantes y a su cantidad acaba convirtiéndolo en todo un infierno en la Tierra.
Y si no te lo crees, esta dramatización tuitera te lo demostrará:
Mejor que el hilo de Manuel Bartual, y ojo, que no ha terminado: