Cuando el feminismo da un paso adelante, el machismo intenta que demos tres pasos atrás. Por suerte hemos aprendido que esto es una carrera de fondo, aunque la interacción global haya propiciado el clima idóneo para que estemos viviendo un esprint feminista en toda regla.
En mayor o menor medida, cada vez es más corriente ver las cosas desde otra óptica, a través de esos cristales violetas que te expulsan del Matrix del patriarcado para siempre, haciéndote sufrir sí, pero devolviéndote la libertad. Por eso, ya no tragamos tan fácilmente con la enésima campaña publicitaria que vuelve a cosificar a las mujeres.
La cosificación ocurre cuando ellas -nosotras- no son tratadas más que como un objeto sexual. Cuando importa su belleza física y sus atributos sexuales pero no existe ni su personalidad ni su existencia misma. Cuando su único motivo para ser es proporcionar placer, de cualquier tipo, a los otros.
Prisioneras al otro lado del cristal
Por eso, la historia de estas mujeres chinas que tuvieron que meterse dentro de unas nuevas máquinas recreativas para promocionarlas nos chirría profundamente. Lo contaba la Cadena Ser, y ocurría en un salón de juegos que la compañía Mon Mon Da inauguró en Kunmíng, capital de la provincia china de Yunnan.
Los organizadores del evento decidieron contratar a cuatro mujeres que tendrían que estar ligeras de ropa y metidas dentro de estas nuevas máquinas, con el propósito de atraer al público y animar a los clientes a que probasen suerte.
Además, metidas ya en ese papel de animadoras, tenían que alentar a los clientes, darles palique mientras jugaban, felicitarlos si ganaban y consolarlos si perdían. Como la vida misma: la mujer cuidando al hombre, entreteniéndolo y evitándole toda preocupación.
El ETT Today informó de que esta estrategia de abocar a las cuatro mujeres a convertirse en una suerte de animales de zoológico funcionó, y medio centenar de personas probaron las máquinas. Pero, aseguran, la atención se centraba en ellas, que fueron fotografiadas a placer. No sabemos si también les darían cacahuetes o azucarrillos para sacarse el selfie en condiciones.
Disculpa tras la crítica en redes
La empresa estaba tan segura del éxito de su gran campaña publicitaria que la emitieron en directo a través de su cuenta de Facebook y fue ahí cuando les dieron hasta en el carné de identidad. Muchos de los usuarios denunciaron la cosificación de estas mujeres, que fingían -tenían que fingir-, estar encantadas desde el otro lado del cristal de estas enormes peceras.
Después del aluvión de críticas la empresa ha tenido que disculparse en Facebook y asegurar que no volverá a repetirse algo parecido, alegando en su defensa que las cuatro mujeres no tenían que ser vistas como premios, sino mostrar a los clientes los muñecos que podían ganar. Suponemos que para esa ardua tarea resultaba fundamental que estuviesen casi desnudas y dentro de las máquinas.
Contra la cosificación, visibilización
A las mujeres nos han educado para agradar, para estar bellas, para no levantar la voz, para estar a merced de los deseos de esos hombres que tienen que estar a nuestro lado con el fin de completarnos. Somos producto de nuestro entorno, como lo fueron nuestras madres y abuelas.
Las redes sociales juegan un papel fundamental a la hora de diversificar los discursos que nos llegan, de conocer que existe un más allá lejos de los fogones, la fregona, los niños y los sueldos precarios.
Que recordemos y hagamos protagonistas a aquellas mujeres brillantes que han destacado en la ciencia o las artes, es muy necesario para que nuestras hijas vean con su ejemplo que tienen por delante tantos caminos distintos como deseen recorrer.
La iniciativa #VisibilizaciónEnLaLiteratura es una propuesta que está consiguiendo rescatar del olvido a autoras relegadas a un segundo plano si las comparamos con sus colegas contemporáneos. Un poco, por poner solo un ejemplo, como les pasó a las Sinsombrero, ese grupo de intelectuales que quedaron ensombradas por la generación -masculina- del 27.
Miles de tuits han convertido las historias de estas olvidadas en tendencia, demostrando que, aunque se sigan empeñando en reducirnos a meros objetos, cosificándonos, las mujeres somos fundamentales a la hora de escribir -y describir- la historia.
Porque, si todavía alguien dudaba de ello, el día a día nos sigue demostrando que la carrera todavía no ha acabado y que la meta, aunque no la hayamos perdido de vista, continúa estando muy lejana.