Que levante la mano quien no se sigue levantando el 6 de enero con un cierto halo de nerviosismo. Vale, hace ya tiempo que la Noche de Reyes no guarda muchos misterios para ti, pero es inevitable volver a ser un niño esta mañana.

Despertarse antes de que suene la alarma e ir al salón a ver qué nos han dejado Melchor, Gaspar y Baltasar junto a nuestros zapatos. Sin tomar el café ni pegarte una ducha, en pijama y zapatillas porque tú lo que quieres es abrir regalos y abrirlos cuanto antes.

Cuando el tema se ajusta a la carta que hemos enviado a Sus Majestades la cosa suele ir sobre ruedas, aunque no negaremos que nunca está de más llevarse alguna sorpresilla. Pero, eso sí, cuando la innovación es excesiva llega la sonrisa falsa de los peores mejores regalos. Esos que te apestan cuando los recibes, pero que algún día te salvarán la vida.

Calcetines y ropa interior

Otra vez calcetines, sí. Y tres pares. De esos que vienen en pack. “¡Qué bien me vienen! Gracias”, dices con el cinismo del que se siente defraudado. Pero ojo, ¿acaso hay algo que nos dé más pereza que comprarnos nuestra ropa interior? Fíjate que si algún año no te la regalan parecerá que las gomas de tus bragas se han estirado más que nunca...

Pijama polar

Sí, ese regalo gigante que había bajo el árbol era tu nuevo pijama polar. Cómo mola. Qué abrigada vas a estar. Lo odias al instante porque pensabas que era ese abrigo al que le habías echado el ojo, pero no. Hasta que un día gélido de enero lo sacas del cajón y comienza el idilio para no terminar jamás. Porque será antilujurioso, pero también muy calentito.

Zapatillas

Seguimos para bingo para completar el hat-trick de abuela. "¿Otras zapatillas? "Pues sí, porque se gastan. Eso es así. Aunque no nos demos cuenta. "¿Pero si solo las uso en casa?" Da igual, se gastan y punto, que las abuelas lo saben. Y oye, una vez que te enfundas las nuevas, se nota la diferencia.

Una agenda

"¿Acaso crees que no me organizo bien el tiempo? ¿Piensas que se me olvidan las cosas?" Seamos sinceros, a nadie le apetece que le regalen una, pero si rompes el estigma y decides usarla, verás que igual sí que no te estabas organizando muy bien...

Electrodomésticos inquietantes

Sí, nos referimos a todos esos pequeños electrodomésticos y cacharros con extraños usos que tú nunca te comprarías. Una vaporera, una máquina de hacer perritos, una yogurtera, un recipiente para cocer huevos en el microondas, una fondue para 12 personas...

Son este tipo de regalos que cuando los abres ya los ves guardados en tu alacena por siempre jamás. Pero te equivocas. Si no eres tú quien les da una oportunidad, serán las circunstancias -llámense también visitas inesperadas de 25 amigos en casa-, las que te recordarán que guardas estos artilugios en ese mismo sitio.

Un despertador

"¿Qué inútil, no? Si ya tengo el móvil...". Estupendo, entonces, acuérdate de tu teléfono cuando te hayas dejado el cargador en la oficina o cuando se haya ido la luz. A ver quién te despierta mañana para ir a currar.

Colonias, cremas y sales de baño

"¿Qué pasa, huelo mal? ¿No tengo la piel suficientemente tersa? ¿Me ves estresada?" Este tipo de regalos son un riesgo cuando no se sabe la marca de los productos que usa esa persona, eso es así. A nadie le gusta experimentar demasiado. Pero, eso sí, si te tocan y los guardas, los vas a tener a mano para cuando se te acaben los tuyos y no hayas ido a comprarlos. Que es algo que sabes que pasará.

Pizarras para la cocina

"¡Qué guay, una pizarra, qué útil!" Ya. Habías sido capaz de vivir sin ella 35 años pero ahora va a ser imprescindible en tu vida. Pues oye, que puede ser. Que de repente empiezas a apuntar ahí la compra, las tareas de la casa, los recados y no sabes cómo has podido vivir 35 años en la ignorancia.

Juego de accesorios para vino

El tema vino, ojo. Que si no eres aficionado ese juego de accesorios va a ir derechito al cajón también. ¿Hasta cuándo? Pues hasta que quieras posturear en una cenita que organices en casa y saques tus flamantes herramientas para quedar como un sumiller. Eso sí, practica antes.

Bolsa de agua caliente

Otro clásico atemporal. Han evolucionado las fundas y los materiales, pero su esencia es la misma. Y no, nunca se la has pedido a los Reyes. Pero de repente vives en un piso sin calefacción y nunca te habrías imaginado lo bien que se acuesta una en la cama cuando se ha calentado un poco con este inventazo.

Fotos enmarcadas

"¿Es un marco?" No, es la foto de la boda de tus amigos. Y no la de grupo. La de ellos dos mirándose en plan pastel. “Qué mona”. Sí, monísima. A ver cómo gestionas eso. Pues muy fácil, una foto que te guste por encima y así aprovechas el marco. ¿Que viene a visitarte? Haces el cambio en cinco minutos.

Un paraguas

No, tampoco nunca le has pedido a los Reyes un paraguas, pero lo cierto es que cuando te está cayendo un buen chaparrón debajo del que te regaló tu tía las Navidades pasadas te dan ganas de llorar de la emoción.

Una navaja

“Ni soy Rambo ni tengo 17 años, ¿qué es esto?”. Mil funcionalidades que estás segura de que no usarás nunca salvo el cortauñas en caso de emergencia. La condena al cajón de nuevo y un día decides que pase a formar parte de la bolsa de la playa, por ejemplo. Cuando te salve la vida un par de veces ya me contarás.

Libros de autoayuda y consejos

Ojo, que esto puede ponerte malo pero a la vez ser tu mejor aliado. Un ejemplo es el libro Cómo cagar en el monte que un colega le regaló a mi amigo Luis. Su cara era un poema. “Es que como eres muy deportista”, le dijo el otro. Y lo cierto es que ahora no se separa de él cuando va en la furgo, no vaya a ser que el apretón se complique más de lo normal.

Dinero

¿Por qué el dinero es un peor mejor regalo? Pues está clarísimo. Por un lado, el detalle. Quien te da dinero no se la parado a pensar mucho en lo que te gusta o te deja de buscar. O sea, que le importas poco, esto es así. Sin embargo, siempre viene bien porque podrás comprarte lo que tú quieres aunque sabes que finalmente te lo acabarás gastando en copas o en tontunadas del día a día.