Atracar una tienda a punta de pistola no es la forma más recomendable de ganar dinero, y más si no eres especialmente ducho en la materia. Valga como ejemplo el valiente protagonista de nuestra historia, que entra en una tienda armado con una pistola y, con toda seguridad, se dirige hacia la caja.
Sin embargo, no tuvo una posibilidad en mente, y era que le encerrasen dentro de la tienda. Las tres mujeres que se encontraban en el establecimiento son hábiles y salen de la tienda, dejando al atracador encerrado en el interior. Y es entonces cuando toda su confianza se viene abajo cual castillo de naipes.
"¡Joder, estoy atrapado!", murmura mientras deambula por el local buscando una salida mágica. A continuación, intenta lo de las pelis, sacar su arma y disparar al cristal, pero no consigue que este se rompa. "¡Joder, voy a ir a la cárcel, hermano!", se dice a si mismo, antes de cargar contra la puerta como un jabalí, pero con bastante menos efectividad.
Fracasado el intento de salir por la fuerza, recurre a la diplomacia más sutil: dar unos golpes suavecitos al cristal para llamar la atención de sus carceleras y, con voz tierna y suponemos carita de pena, suplicarles "por favor, por favor. No tengo nada. Por favor". Eso y pedirles perdón de rodillas. Eso nunca falla, pero si hubiera añadido unas flores le hubiera quedado niquelado.
Para cuando la policía llega a detenerle, con todo el efectismo que caracteriza a los americanos, él ya estaba con las manos en alto. Todo un orgullo para los gremios de Super Villanos.