Lo has visto y como mínimo has sonreído al verlo. Es uno de los grandes clásicos de la red. Un hombre con el que todos nos hemos sentido identificados. Ese momento en el que tienes un informe casi terminado y el programa se cierra mandando todo tu trabajo al garete, un email con muy malas noticias o simplemente el decimoctavo cuelgue de Windows en dos horas. Todos hemos deseado centrar en algún momento todo nuestro odio y nuestras fustraciones, dejarnos llevar por el lado oscuro y descargar nuestra ira contra un ordenador. Por eso este hombre nos ha representado a todos durante dos décadas.
Quizá recibiste el archivo original por correo electrónico a finales de los 90 o has visto el gif en Twitter mucho más recientemente, pero una cosa es segura: te has sentido algo más relajado y con un poquito de envidia ante semejante acto de descontrol y destrucción. También has sentido empatía por el sorprendido compañero de trabajo que se asoma, medio temeroso, en del cubículo adyacente.
El vídeo, comenzó a viralizarse allá por 1997 a través de correo electrónico. Algo que tiene un mérito tremendo, teniendo en cuenta que las conexiones de la época podían hacer que descargar un simple archivo de 30 segundos y un puñado de megas pudiera llevar hasta media hora. Eso sin tener en cuenta que el límite de memoria de los buzones de la época era muy limitado y que se podía colapsar con facilidad.
Sin YouTube, sin redes sociales y sin webs y secciones dedicadas a los virales del momento -como aquí la presente-, su expansión, muy lenta comparada con los estándares de hoy en día, es una muestra clara del poder de lo que muestra. Y es que, de forma casi profética, encaja con todo lo que Jonathan Skogmo -fundador de Junkin Media, una agencia que se ha hecho millonaria comprando vídeos potencialmente virales- le pide a sus clips: es corto, se puede entender independientemente del idioma y es algo que quieres compartir con tus amigos. Además, la estética de cámara de seguridad también se adelantó a la tendencia del "metraje encontrado" que pocos años después invadiría el cine con películas como The Blair Witch Project.
Y, además, también es uno de los primeros fakes, tal y como explica Wired.
Presta atención... el ordenador está desenchufado
En su momento, la bajísima calidad con la que se compartía el vídeo hacía muy difícil que nadie se fijase en detalles así, pero lo cierto es que el ordenador está desenchufado y los dos participantes en el vídeo miran a cámara... riéndose. Y es que ni el protagonista está enfadado ni tenían la intención de viralizar nada.
El hombre iracundo en realidad se llama Vinny Licciardi y trabajaba para una empresa tecnológica de Colorado, Loronix. En aquel momento estaban trabajando en un sistema de grabación de vídeo para cámaras de seguridad y necesitaban un ejemplo para mostrar a sus clientes. Así que Vinny y el jefe de tecnología, Peter Jankowski, se hicieron con una cámara analógica y se propusieron grabar un falso robo a un cajero automático. Sin embargo, Vinny tuvo una visión sobre cual debía ser el papel de su vida: un empleado enfurismado.
Así que cogieron un monitor fallecido, una carcasa de un PC vacía y un teclado que no funcionaba. Necesitaron dos tomas, porque en la primera estaban partiéndose de risa. Lo transformaron a formato MPEG-1, y grabaron un CD con distintas muestras para enviarlo a potenciales clientes y a ferias tecnológicas.
Un año más tarde, comenzaron a recibir llamadas de clientes que los reconocían avisándoles de que no solo la gente lo estaba compartiendo, sino que estaba causando estragos en los servidores de correo -recordemos: 1997- por su gran tamaño. El momento cumbre llegó cuando un amigo llamó a Vinny para decirle que le había visto destrozar un ordenador en televisión, después de que la NBC lo emitiera.
El hombre enfadado: la conspiración
Pero para rematarlo, no solo fue profético en lo que a la viralización se refiere, también en el formato en el que se denunció una conspiración alrededor del vídeo. Eso sí, esta vez al menos era broma. En 1998 el vídeo llegó a Benoit Rigaut, un ex-trabajador del CERN, que quedó cautivado y decidió hacer una página web que todavía hoy se puede visitar para facilitar la ardua tarea de compartirlo en el año 6 antes de YouTube. Y para darle una cierta gracia, le dio una narrativa conspiranóica:
¿Te suena la estética de la web? Esos zooms que los píxeles te sacan ojos y esos círculos rojos invadirían Internet poco después, después de que los atentados del 11S encendieran la mecha de miles de teorías sobre una posible conspiración. Basta con buscar en YouTube para encontrar cientos de vídeos con este recurso artístico digno del mismo Kubrick.
Cuando Vinny propuso meterse en el papel de un empleado furioso en vez de interpretar el robo de un cajero estaba, sin saberlo, convirtiéndose en la primera estrella viral de la historia, el primer fenómeno que, dos décadas después sigue vigente, en forma de gif, dispuesto a transmitir ira y frustración en cualquier red social. Un fenómeno que mucha gente trata de replicar e incluso se invierten grandes cantidades de dinero para repetir el fenómeno. Todo un resumen de lo que le esperaba a Internet: virales y fake news.