Las víctimas ya no se callan: “Creía que me iba a morir y dejé de hacer fuerza”
En la Jungla. El durísimo relato de una tuitera que ha sido víctima de violencia de género describe a la perfección las fases por las que pasan las mujeres que han tenido la mala suerte de toparse con un machista en su camino.
17 enero, 2018 10:34Estamos acostumbrados a ver a las víctimas de violencia machista de espaldas. A que salgan ocultas en nuestros televisores, a que se escondan detrás de seudónimos en los periódicos. Parece que tengan que ser ellas las que carguen con una vergüenza que solo le corresponde a los agresores.
Iniciativas como la del #MeToo han servido para ponerles rostro y nombre. Para visibilizar que el maltrato no entiende de estereotipos, no hay un perfil de mujer maltratada, todas somos susceptibles de serlo al margen de nuestro contexto social, cultural o económico.
Es importante que haya mujeres que decidan libremente dar el paso y contar el infierno por el que han pasado. Por ellas, porque les ayuda a verbalizar su dolor y así a superarlo, pero también por todas las que no pudieron o no pueden hacerlo todavía.
Señalar a los maltratadores machistas es fundamental para que la sociedad deje de legitimarlos, para que se sepan acorralados y dejemos de normalizar y minimizar comportamientos que acaban desembocando en feminicidios.
Llevo 4 años queriendo hacer una cosa y no me atrevía, pero hoy lo voy a hacer. Estoy que se me va a salir el corazón por la boca, pero creo que de verdad tengo que hacerlo.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Esta mujer ha decidido compartir en Twitter su experiencia al lado de su agresor. Su relato, durísimo, está estructurado de tal manera que vamos subiendo con ella cada peldaño de una escalera que acaba con su autonomía, con su libertad, con su autoestima y, para las menos afortunadas, con su propia vida.
Estoy temblando así que iré poco a poco y a mi ritmo.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Hablaré en segunda persona porque seguramente va a leerlo, tenemos gente que conocemos en común y al final, todo sale.
Vemos en primer lugar que, aunque decidida a contarlo, dice hablar en segunda persona porque “seguramente va a leerlo” su agresor, así que sigue teniendo miedo.
Los dos cometimos errores que comete una persona normal en una relación, no es algo malo. Yo por ejemplo te mentía porque me dabas algo de miedo, y también me lié con otro al principio de la relación.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Aunque se reconoce víctima, todavía cree que alguno de sus “errores” podrían haber desencadenado la violencia, cuando nada que ella pudiese haber hecho la justifica.
Comienza el control
El relato de esta chica comienza describiendo el control absoluto que su pareja ejercía sobre ella. El uso de las redes sociales para saber qué hace en cada momento y para inmiscuirse en su intimidad. La tecnología puesta al servicio del agresor.
Ahí empezó el mayor trauma de mi vida. Tú.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Jamás me habian insultado de esa forma, ni "castigado".
Aún estábamos a distancia, y como no te fiabas de mí, me obligaste a bloquear a mis amigOs.
Me prohibiste salir de casa durante meses.
Me obligabas a enviarte fotos cada vez que salía a hacer un recado, como prueba. Incluso a sacarme fotos al lado del reloj para demostrar que estaba en casa exactamente a esa hora.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Y ahí llegó, me obligaste a borrar mis redes sociales. Yo antes tenía otra cuenta de Twitter, esa es la razón por la que me hice otra tiempo después.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Para comprobar que no entraba, intentaste tú a los 30 días para ver si de verdad se borró la cuenta.
Me torturabas con que era una guarra. Y ojo si no oía el móvil si estaba cocinando o algo, me insultabas más. Llamadas perdidas una detrás de otra por tu obsesión.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Dijiste que no soportabas más el dolor, así que me dejaste. Me dolió pero en parte pude respirar un poco.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Una semana después, te pasaste de la raya.
Yo estuve guarreando con un chaval por Skype. Hackeaste mi ordenador y leíste todas mis conversaciones. Tu reaccion fue invitar a un amigo que teniamos en común para que lo viera todo y así humillarme.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Como ella se había “portado mal”, tenía que recibir un castigo. No, en la mente del agresor no está presente aquello de “ha hecho algo que no me gusta y por eso lo mejor es dejar la relación”.
Más bien, lo que piensan es que “ahora ya tengo la excusa perfecta para amargarle la vida” y ella “tiene que pedirme perdón”. En el fondo, ellos son absolutamente dependientes de sus víctimas.
Tras eso, me llamaste. Insultando. Diciendo que me muriera y que era una zorra de mierda.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Ahí, por llamada de Skype, tras las humillaciones, me obligaste a desnudarme mientras yo lloraba, y te masturbaste.
Gilipollas de mí, te estuve pidiendo perdón a pesar de no haber estado juntos. Me dijiste que volveríamos a salir y yo accedí.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Yo iba a clase, pero no podía más. Dejé de ir.
Así que nos fuimos a vivir juntos. Fui hasta Madrid a vivir contigo. Ahí empezaron los problemas gordos.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Seguías obsesionado, así que yo no salía.
Y también tenías miedo de que desapareciera como lo hizo tu ex cuando vivíais juntos.
La violencia física llama a la puerta
Cuando el maltrato psicológico ya ha hecho efecto y las capacidades de la víctima están lo suficientemente mermadas, llegan los puñetazos. Esos que no aguantaría nadie que no estuviese a merced de su agresor, que no llegase a pensar que se los merece.
Un día, salimos por nuestra zona a un bar. Discutimos. Yo no quería ir a casa. Tu respuesta fue arrastrarme por la calle de rodillas tirándome del pelo. No me soltabas aunque te lo pidiera porque me hacías daño.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Soltaste cuando te grité. Que alguien se enterase de lo que estabas haciendo no podías permitírtelo. Pero nos vieron y llamaron a la policía. Nos encontraron y los agentes preguntaron por mis rodillas.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Mentimos. Cómo no. Yo me caí por estar borracha. No se lo tragaron porque yo estaba llorando, pero no hicieron nada.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Cuando se fueron, me dijiste que tuviera cuidado porque te podía meter en un lío.
Llegamos a casa y no volvimos a hablar del tema. Pero la cosa siguió y a peor.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
No sabía si te quería o te odiaba, estaba irascible, me ponía de los nervios tu comportamiento. Y a ti el mío también.
Una noche salimos por el centro, meses después de lo de arrastrarme por la calle. Nuestra única opción de volver a casa era en bus.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Discutimos, me cogiste el dinero de mi cartera, mis llaves, y te fuiste. Me dejaste ahí.
Yo te estuve llamando por teléfono (obviamente enfadadísima, no me lo podía creer) para que volvieras. Pasaste. Me colgabas y me dejaste tirada. Te daba igual lo que me pasara.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
De nuevo el castigo. Los maltratadores ejercen tal poder sobre sus víctimas porque asumen el rol de castigadores, de adoctrinadores. Ellos poseen la verdad y, cuando te portas mal, toman las represalias que consideran oportunas.
Me tuve que buscar la vida para volver a casa, me estaba quedando sin batería en el móvil. Incluso te esperé delante de la parada con la esperanza de que volvieras. No lo hiciste. Tú ya estabas en casa.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Sin dinero, sin llaves, y sin batería. Lo único que tenía era frío. Llamé a mi aita para explicarle lo que ocurrió, así que me subí a un taxi y volví a casa. Ese señor no me cobró nada. Bendito ángel.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Pasaron horas hasta que pude llegar. Nunca había tenido un ataque de rabia así. Y cuando entré en casa te grité. A ver de qué cojones ibas haciéndome eso. Tiré cosas (no rompibles, al principio).
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Cuando ella regresó a casa y en vez de la cabeza agachada venía con agallas suficientes como para rebelarse, la respuesta volvió a ser violenta.
Te alteraste, y me empujaste. Caí entre el sofá y una mesa de mármol. Unos centímetros más y me hubiese podido romper la cabeza contra ella. Te dio igual. Ni me ayudaste a levantarme.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Me levanté yo, muerta de rabia. No sé de dónde saqué la fuerza como para volcar la mesa intentando levantarme, pero lo hice. Eso te acojonó pero bien.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Te volví a gritar. Que ni se te ocurriera tocarme. Tiré un cenicero de cristal entre los dos cuando intentaste acercarte a mí. Ahí te enfadaste más. Forcejeamos. Me llevaste al pasillo y volviste a tumbarme.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Te volví a gritar, que me soltaras. Me agarraste del cuello y me diste dos puñetazos. Mientras me ahogabas, me estaba tragando mi sangre. Notaba la cara ardiendo y estaba mareada. Pensé que pararías pero seguiste ahogándome.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Ya me desesperé, y en lugar de intentar soltarme, te hice el gesto con las manos de "por favor" e intenté vocalizar "para". Claro que no me oías, me estabas ahogando.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Creía que me iba a morir. Cuando me mareé dejé de forzar. Me quedé sin fuerzas, y soltaste. Me dejaste tirada en el suelo llena de sangre, y dijiste "no te hagas como que te has desmayado, que no cuela".
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Te fuiste al salón y yo seguía tirada en el suelo. Me levanté intentando no caerme y me encerré en el baño. Cuando me vi la cara no me lo podía creer. Te grité desde el baño que qué cojones habías hecho.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Se me olvidó decirlo, tú también te llevaste golpes. No te creerías que me iba a quedar quieta. Te pateé la polla, aún recuerdo que se te puso morada.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Una loca más
Ella le había sacado de sus casillas, claro, es una loca. Una loca que puede meterle en un lío, que necesita ir a un psicólogo porque está muy mal. No deberíamos creerla porque miente para meterlo a él en un lío.
Sin embargo, al encerrarme en el baño y no abrirte, fuiste listo. Antes de que los vecinos llamaran a la policía, lo hiciste tú. Dijiste que me estaba autolesionando en el baño, te escuché y salí.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Me dijiste que habías llamado a la policía, y trataste de acercarte. Te dije que ni se te ocurriera, y te fuiste a la terraza a fumar mientras yo me tumbaba para no marearme. Me salía la sangre a chorros por la nariz.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Cuando llegó la policía nos separaron, me llevaron al hospital en ambulancia. Me recolocaron la nariz y me pusieron una escayola. Luego me llevaron a comisaría.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
En comisaría dije lo que ocurrió. Y me preguntaron si quería denunciar. Dije que no. Pero quien te denunció fue la misma policía. Y te retuvieron hasta el día siguiente.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Llegué a casa con un ojo negro, marcas en el cuello, nariz rota, y el labio hinchado y reventado. Estaba asustada, y llamé a un amigo que teníamos en común. A ese al que le enseñaste las conversaciones.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Sí, salvo raras excepciones ese es el procedimiento. Las víctimas reciben cuidados médicos de urgencia en caso de necesitarlos y abogado de oficio antes de que les faciliten el contacto con un psicólogo o trabajador social.
Este protocolo hace que la situación de vulnerabilidad de las mujeres víctimas de violencia sea todavía mayor y que tengan que enfrentarse rápidamente a la toma de grandes decisiones -denunciar o no denunciar, irse a una casa de acogida, etc-, en un momento en el que necesitarían protección, calma y asistencia adecuada.
Así que la mayoría vuelve a su casa prácticamente igual que como salió. Y llega el “perdóname, que no va a volver a pasar”. Y ellas se lo creen.
Mi idea era recoger mis cosas y sí, abandonarte. Pasaron las horas y yo seguía paralizada. Ni siquiera dormí. No sabía si quería que llegases a casa o no. Porque encima estaba preocupada por ti, pero no te lo perdonaba.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Oí que llegabas a casa, y me acerqué a la puerta. Me miraste y me rompiste todos mis planes con tu abrazo y tú "joder, cómo te he dejado la cara. Lo siento". Lloré y me fui a la cama a intentar dormir.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Ya me arrepentí de haber declarado en comisaría, cuando vi que nos llegó una carta para la citación de un juicio por violencia de género. No quería que te metieran en la cárcel, así que mentimos a todo el mundo.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Tuve que MENTIR y quedar como una puta mentirosa en un juicio, y eso es lo peor. Me tortura pensar que una de esas "denuncias falsas" es mía, y que encima ni siquiera es así.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Para que no se vieran mis marcas, tuve que maquillarme y quitarme la escayola de la nariz a pesar de que el médico me dijo que la tendría que dejar puesta un tiempo.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
No fuiste a la cárcel. Enhorabuena. Yo seguía encerrada en casa por vergüenza de mi cara. Cuando tu madre nos visitó, me maquillé de nuevo pero aún así me vio un poco morado el ojo. Nos preguntó, y topicazo: me di un golpe por torpe.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
La valentía y la revictimización social
Y un día se armó de valentía y dijo adiós a su agresor, pensando que todo iba a terminar siendo más fácil. Pero tiene que callarse, tiene que ocultar lo que le ha pasado porque, lo más probable es que haya mucha gente que no quiera creerla.
Porque lo fácil es pensar que ella está despechada, que es una loca. Lo díficil es saber que tu amigo, tu hijo o tu hermano es un agresor y tomar decisiones. Señalarlo con el dedo.
A tu ya ex amigo, al que llamé, le pusimos otra puta excusa. E hicimos como si aquello no hubiera pasado nunca.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Pasaron los meses, y de vez en cuando hacías el amago de levantarme el puño como amenaza en discusiones.
Hasta que me harté. Aguanté en esa casa porque no podías pagar el alquiler, y me fui a vivir con otro amigo tuyo después. No se lo conté. Ni a él ni a ningún conocido tuyo. Me lo callé durante mucho tiempo, y pretendía seguir así.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
No diré quién eres públicamente. Hay gente que me conoce y te asocia a mí por las fechas. O que seguramente les hayas hablado de mí. Escribo ésto para advertirles de que tengan puto cuidado contigo. Porque eres la mayor de mis desgracias.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Y te juro de verdad que estoy deseando que te mueras. No puedo con las pesadillas. No puedo con los ataques que me dan. No puedo olvidar las cosas que has hecho y necesito hacerlo. Eres un puto asqueroso. Y no me das miedo ni a mí ni a nadie, cabrón.
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
“Tened cuidado”
Una vez que aprendes a vivir con ello, con que has sido una víctima de violencia machista, lo que quieres es que ninguna mujer pase lo que tú pasaste a su lado.
Con este hilo, si lo conocéis, no os digo que dejéis de hablarle. Haced lo que queráis. Pero si sois chicas, tened mucho cuidado, POR FAVOR
— Morrigan (@GoreBelladonna) 16 xaneiro 2018
Si os hacéis a la idea de quién es, podéis preguntarme por MD.
Y cuando empiezas a poder contarlo y lo gritas fuerte estás ayudando a muchas mujeres. Porque lo único que puede salvarnos del machismo es el feminismo. Y la revolución empieza con una amiga, y otra, y otra más.
Tras esto, solo puedo aplaudirte. Se lo que has aguantado, se lo duro que ha sido para ti pasar por esto y te entiendo perfectamente.
— Sylvanas Windrunner (@SylvanasSoul) 16 xaneiro 2018
Quiero decirte públicamente lo mucho que te quiero y lo agradecida que estoy. Que tú hayas sido valiente, me ayudo a superar lo mio ❤ gracias