Los noventa comenzaron con uno de los mayores conflictos recientes, el que tuvo lugar en la actual Bosnia Herzegovina desde abril de 1992 hasta diciembre de 1995. Más de 100.000 muertos documentados y unos 1.326.000 refugiados, muchos de ellos niños, conformaron las cifras del horror.
Las guerras no son fáciles de comprender para los pequeños y son los que suelen preservar, sin pretenderlo, unas pocas parcelas de cotidianidad que ayudan a que el mundo siga girando para todos aquellos que se cruzan con ellos.
Es el caso de Amir, un pequeño bosnio que vivía en la ciudad de Visoko, al noroeste de Sarajevo, durante aquellos años. Su casa estaba pegada a una base militar y fue allí donde se hizo amigo de Justin Frye, un soldado canadiense que llegó al país en 1994.
La misión de Frye era dar cobertura y seguridad a los helicópteros de la ONU, unos bicharracos que fascinaban al pequeño, quien siempre se acercaba a curiosear. “Empecé a traer dulces para Amir. Mi madre me envió cosas para darle: caramelos, lápices de colores y un reloj. Recuerdo lo emocionado que estaba por tener ese reloj”, explica el exsoldado, que ahora es policía en Ontario.
Una foto para recordar
No hablaban el mismo idioma, pero eso no fue un impedimento para forjar una amistad, e incluso la hermana de Amir hizo las veces de traductora. Gracias a ella, Frye supo que el apellido del pequeño era Bajramovic.
“Recuerdo sentirme triste porque tuvo que vivir en esta guerra”, lamenta el canadiense en su Facebook, desde donde contó la historia de Amir, que ya ha sido compartida más de mil veces.
En la primavera del 95 Frye regresó a Canadá, pero los recuerdos de Bosnia le venían continuamente a la cabeza. “A menudo pensaba en Amir y me preguntaba cómo le habría ido después de la guerra”, dice, explicando que siempre guardó la foto que se sacó con él.
Localizado en Suecia
Un buen día decidió ponerse manos a la obra y empezar a investigar qué había sido del pequeño. Se puso en contacto con un periodista de un medio local de Visoko, Senad Hajlovac, y le facilitó la fotografía, así como un plano de dónde estaba situada su casa, al lado del helipuerto.
Un día después el contacto había dado sus frutos. La hermana de Amir todavía vivía allí, en la misma casa. Él vive en Suecia y, cómo no, está en Facebook. “Hemos hablado por primera vez hoy y ha sido una alegría y una completa satisfacción”, señalaba Frye.
Amir se ha convertido en un hombre de 34 años que trabaja para ser taxista, está casado y tiene un hija pequeña, tal y como se recoge en este artículo. Frye simplemente le envió la palabra “Visoko” junto a la imagen de ambos y él enseguida respondió: “Sí, soy yo”.
Ahora, a pesar de que el inglés de Amir sigue sin ser fluido, esperan verse en persona porque, como le prometió el exsoldado al pequeño en aquellos convulsos años de guerra, “alguna vez estaremos del mismo lado de la valla”.