Un 24 de febrero de 1837 nacía en Santiago de Compostela Rosalía de Castro, la escritora gallega más universal. Nos dejó un extenso legado encabezado por sus obras insignes, Cantares Gallegos y Follas Novas, pero ella era mucho más. Este sábado se han sucedido los homenajes y el hashtag #DíadeRosalía todavía es tendencia a esta hora en Twitter. Pero, ¿por qué no hemos recordado a Rosalía como la mujer adelantada a su época que fue?
Su nacimiento marcó su vida. Hija de madre soltera -su padre era un sacerdote-, a la niña después se le dio por escribir. Ese oficio exclusivo de hombres, mal visto para las féminas de la época. Se casó con el historiador Manuel Murguía y las acusaciones no tardaron en llegar: “Se dice muy corrientemente que mi marido trabaja sin cesar para hacerme inmortal”, escribiría.
Durante años, su obra estaba considerada, de manera superficial, solamente como un canto a la tierra y a la morriña. Una pasada romántica por la patria gallega en el exilio forzoso de la emigración. Lo cierto es que, sobre todo en su poco conocida prosa, la escritora era una abanderada del feminismo. El prólogo de La hija del mar, uno de sus libros más intimista, supone todo un alegato de empoderamiento femenino y reivindicación.
"Porque todavía no les es permitido a las mujeres escribir lo que sienten y lo que saben”, afirmaría en el texto, publicado en 1859. Sus personajes femeninos, siempre contrapuestos: o sometidas o intentando rebelarse. Estas últimas, incomprendidas y aisladas, censuradas, viviendo con el sino de convertirse en unas solteronas.
“Yo soy libre”
“Cuando los señores de la tierra me amenazan con una mirada, o quieren marcar mi frente con una mancha de oprobio, yo me río como ellos se ríen y hago, en apariencia, mi iniquidad más grande que su iniquidad. En el fondo, no obstante, mi corazón es bueno; pero no acato los mandatos de mis iguales y creo que su hechura es igual a mi hechura, y que su carne es igual a mi carne. (…) Yo soy libre. Nada puede contener la marcha de mis pensamientos, y ellos son la ley que rige mi destino”.
Rosalía escribió estas palabras en Lieders, un texto publicado en el Álbum del Miño de Vigo, en 1858. Tenía 21 años y su discurso precoz, crítico y feminista ya quedó plasmado en esa gran declaración de intenciones. Fue pionera, por tanto, del feminismo literario en España y Portugal.
Recoge María Xosé Agra Romero, en su artículo titulado Señores da terra e fillas do mar: o feminismo de Rosalía de Castro, que la recuperación feminista de Castro “hay que contemplarla como el reconocimiento de una deuda con ella, al mismo tiempo que devolviéndole su originalidad y su universalidad, desmitificándola, desmistificándola, contra la manipulación a la que fue sometida por ser mujer y escribir en gallego, sacando a la luz el patriarcalismo en la literatura”.
“El patrimonio de la mujer son los grillos de la esclavitud”, analizaba Rosalía en el mismo texto. Lo cierto es que la preocupación constante por la condición femenina ha impregnado su obra, y es de justicia despojarla de su leyenda y, como defiende María Pilar García Negro en el artículo Rosalía de Castro: una feminista en la sombra, “devolverla a la verdad de su producción, su radicalidad y su transgresión como librepensadora y poeta. Ella representa, en suma, el inicio de la modernidad gallega”.