La increíble historia de Josephine Baker: bailarina, cantante y espía antinazis
En la Jungla. Josephine Baker fue una mujer afroamericana muy conocida en el Siglo XX. Triunfó en parís como cantante y bailarina. Excéntrica, inteligente y con carisma: decidió convertirse en espía colaborando contra la Alemania de los nazis.
13 mayo, 2018 20:39La historia del siglo XX está plagada de personajes históricos que inscribieron su nombre en los libros gracias a sus hazañas. Grandes nombres, personas que se hicieron un hueco en la memoria colectiva por sus logros y personajes no tan conocidos que, a pesar de su aparente ausencia en los imprescindibles del siglo XX, sí merecen su sitio en nuestros recuerdos gracias a todo su esfuerzo en pos de alcanzar grandes victorias. Sí, el siglo XX se escribe en letras doradas, como escribía Josephine Baker su nombre a lo largo de los escenarios del París de los años 20.
Josephine Baker nacía el 3 de junio de 1906 en St Louis, Missouri. Fue una mujer afroamericana de gran carisma y fortaleza que se convirtió en un auténtico icono del siglo XX. Nadie lo hubiese dicho en sus inicios: como muchas otras mujeres afroamericanas de los Estados Unidos de principios del siglo pasado, Josephine nació en una familia tremendamente pobre y se vio obligada a ganarse la vida como asistenta malviviendo a cambio de un techo y algo de comida. La casaron por primera vez a los trece años, se divorció un año después y, sin apenas dejar tiempo entre medias, volvió a casarse con un guitarrista de Blues del que tomaría su apellido artístico. Josephine Baker en realidad se llamaba Freda Josephine McDonald.
Llegados a este punto de la historia es donde la vida de Josephine comienza a tomar un giro ascendente hacia lo más alto del estrellato. Como ha contado magistralmente Cristina Domenech en un hilo de Twitter, merece la pena conocer la vida de la mujer afroamericana que nació pobre en Missouri y llegó a ejercer de espía para Francia durante la Segunda Guerra Mundial mientras la fama la precedía a lo largo y ancho del globo.
El hilo de Cristina comienza con un gancho tan llamativo como real: "La historia de la señora que ayudó a ganar la guerra con su ropa interior".
Bueno, amijos, como lo prometido es deuda, pues hoy os voy a contar la historia de la señora que ayudó a ganar la guerra con su ropa interior. Hilo:
— Cristina Domenech (@firecrackerx) 11 de mayo de 2018
Pues son la señora de la que vamos a hablar hoy, Josephine Baker, y su guepardo, Chiquita. pic.twitter.com/s5UKlimt3s
— Cristina Domenech (@firecrackerx) 11 de mayo de 2018
Aparte de Chiquita, Josephine tenía perros, gatos, una cabra, una serpiente (Kiki) y un cerdo (Albert) que vivía en la cocina de su club, al que le gustaba echarle perfume y que se puso tan gordo que tuvieron que echar abajo parte de la puerta y rehacerla para poder sacarlo.
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Su amor por los animales fue una constante a lo largo de su vida. Empezando por un perro de tres patas con el que convivía en la primera casa donde entró como asistenta. Tenía casi 10 años.
Cuando no había cumplido todavía los diez años entró a servir como doncella en casa ajena, donde le pegaban, abusaban de ella y donde dormía en el sótano con un perro de tres patas con el que Josephine compartía su comida siempre que podía.
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Su trabajo allí terminó cuando la dueña de la casa le metió las manos en una olla de agua hirviendo por romper un plato al caérsele al suelo. Josephine se desmayó de dolor y despertó en el hospital.
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Después de esto, su familia la obligó a casarse a los trece años con un señor de veinticinco, el que sería su primer marido. No sé mucho de esta época, aunque sé que se peleaban mucho y ella le rompió una botella de cerveza en la cara una vez. pic.twitter.com/dVcqpRCfBz
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Josephine empezó su vida con mala suerte, pero su tesón, y el amor por la música, hicieron que la pared vertical de su futuro se convirtiese en una cuesta arriba. Empezó bailando en la calle y terminó emigrando a París para actuar en los cabarets más importantes de la ciudad.
Josephine, que adoraba bailar y cantar y colarse en los teatros, se dedicó a bailar en la calle a cambio de algunas monedas y aceptó entusiasmada cuando encontró trabajo en una troupe como corista.
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Josephine llamó la atención del público, de los dueños de los teatros y de los inversores de inmediato, porque su carisma, incluso en el fondo del escenario, era increíble. Tenía una energía contagiosa y le encantaba hacer el payaso mientras bailaba y hacer reír al público.
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Y claro, pronto empezaron a llegar las ofertas. Al principio siempre de corista, pero poco a poco ascendió hasta que su nombre le era familiar a la mayoría de los aficionados al teatro de la zona.
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Pero Josephine incluía muchos elementos de comedia (uno de sus momentos icónicos era ponerse bizca mientras bailaba el Charleston) y elementos de bailes africanos, colando comentarios culturales y jugando con los estereotipos del público blanco como parte de sus números.
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Pero ay amijos, Josephine era afroamericana, que es una de esas cosas que hacen que tengas que jugar la vida en modo difícil, y su carrera se quedó totalmente atascada por el enorme racismo estadounidense y lo mucho que se cebaban los medios con ella.
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Así que Josephine, que (igual que la Maupin pero con menos espadas) se venía arriba rapidísimo, hizo las maletas y se mudó a París en cuanto tuvo una oportunidad.
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Decir que Josephine se hizo famosa en París es quedarse corta. No tengo la palabra adecuada... el diccionario no está equipado para proporcionarme la palabra que preciso, para expresar lo muchísimo que Josephine la lió en París.
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Josephine Baker consiguió fama y éxito en París. De actuar en las salas más conocidas a tener su propio club, Chez Joséphine. Era una de las mujeres más conocidas en todo el mundo, de las más deseadas, fue musa de pintores y hasta se convirtió en la primera mujer afroamericana en participar en una película. Fue en 1927, con La Sirène des Tropiques. No fue el único film, le siguieron dos más. Tal fue el éxito de nuestra protagonista, que terminó en el centro de los bandos que disputaban la Segunda Guerra Mundial. Bueno, en el centro no: Josephine tenía claro a qué país servir, por lo que ejerció de contraespía para Francia. Sabía cómo engatusar a los nazis.
Total, que esto es un descontrol. Cantante, bailarina, la mujer mejor pagada de Europa, la primera mujer negra en aparecer en una película, primera estrella internacional, dueña de un guepardo, bisexual. ¿Qué más queréis, amijos? ¿Qué también fuera espía?
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Pues también era espía.
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Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Josephine decidió que ella no podía quedarse sin hacer nada por Francia, que era el país que la había acogido y le había dado la fama. Y Josephine tenía cuatro elementos clave que la hacían La Mejor Espía del Mundo™.
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Primero, era muy inteligente. Segundo, era famosa internacionalmente y tenía acceso a círculos altísimos de influencia. Tercero, el bando contrario no la podía comprar porque Josephine no lo estaba haciendo por dinero...
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Y cuarto, estaba liada con el señor al que le tenía que pasar la información, así que era cero sospechoso que se reunieran cada dos por tres. pic.twitter.com/AEoWrZqCX7
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Así que se pasó la guerra acudiendo a embajadas y usando su fama y su carisma para conseguir información para la resistencia. Muchos de los diplomáticos con los que charlaba eran grandes fans suyos, lo que hacía más fácil conseguir información valiosa.
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Cuando eran datos, los escribía en sus partituras para pasarlos por la frontera; cuando eran fotos o planos, se los enganchaba a la ropa interior. Que oye, es otra forma de joder a los nazis: pasando información de guerra con la ropa interior.
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Por si todo lo anterior fuera poco, Josephine Baker también fue activista en su país de origen, Estados Unidos; al que volvió tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Pues sí, después de TODO ESTO, Josephine se retiró y regresó unos años a Estados Unidos, donde se dedicó a impulsar con su influencia y su dinero (que el dinero suena menos romántico, pero al final todo es caro) la lucha por los derechos civiles para las personas de raza negra.
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Josephine fue, de hecho, la única mujer que habló al público en la Marcha sobre Washington en 1963, que alguno la indentificará mejor si os digo que es la marcha en la que Martin Luther King dio su ultrafamoso discurso de “Tengo un sueño”.
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En 1975, con 68 añazos, Josephine se subió al escenario para celebrar sus cincuenta años en el mundo del espectáculo. El sitio se llenó hasta los topes, las entradas volaron y las primeras filas estaban llenas de gente del mundillo para rendirle homenaje.
— Cristina Domenech (@firecrackerx) 11 de mayo de 2018
Cuatro días más tarde sufrió una hemorragia en la cama y cayó en coma, cuando todavía disfrutaba de las reseñas de su última actuación y los regalos de sus admiradores. Dos días más tardes murió en el hospital. Su funeral se realizó con honores militares.
— Cristina Domenech (@firecrackerx) 11 de mayo de 2018
Josephine Baker fue una de las grandes mujeres del Siglo XX. Cristina Domenech se ha currado un fastuoso hilo de Twitter narrando su historia: te recomendamos que lo leas desde el principio hasta el fin. En este artículo hemos resumido los tweets para que no se hiciese excesivamente largo.