Para muchas personas, el momento de la pedida de mano es uno de los más memorables de su vida. Uno de esos que se recuerda por el resto de tu vida. La adrenalina que recorre el cuerpo mientras esperas una respuesta, el nudo en el estómago al ver que tu pareja hinca la rodilla en el suelo y pronuncia las palabras mágicas.
A veces las cosas no salen como se esperaba y la respuesta es que no. Esa suele ser la forma más habitual en la que una propuesta matrimonial puede salir mal. Sin embargo a veces es el entorno elegido el que puede salir mal.
"Nunca trabajes con niños, perros, ni con Charles Laughton", dijo Alfred Hitchcock. En el lugar donde nuestro protagonista decidió pedir matrimonio a su novia no estaba Charles Laughton ni había perros, pero sí había un niño. Era el hijo de la pareja, que en un principio solo parecía interesado en trepar por la fuente.
Pero entonces tuvo una necesidad imperiosa:
Y es que cuando hay necesidad, hay necesidad, y lo mejor es que a cierta edad no hay filtro alguno. La pareja está tan enfrascada en lo suyo que ignora totalmente al chiquillo, con lo que todavía tuvo suerte de que todo lo que hizo el chico fue eso.
De hecho la pareja ni se entera, sigue abrazada y besándose en su romanticismo mientras el niño, con los pantalones por la rodilla, vacía su vejiga a conciencia. Es la amiga que grababa el vídeo quien se da cuenta y empieza a reír de forma descontrolada mientras trata de avisar a los tortolitos, que la ignoran por completo. "¡Chicos, chicos!", dice entre risas, pero ellos a lo suyo, que no todos los días juras amor eterno
Entonces el padre vuelve a la realidad, se gira, ve al chaval cambiando el agua del pajarito y suelta una frase que será recordada por la pareja como el gran momento de su petición: "¡Oh, dios mío, está haciendo pis! ¿En serio?".