Los 17 dramas de las mujeres con pechos grandes
En La Jungla. Tener el busto más grande de lo normal no es nada fácil, menos mal que las mujeres con pechos grandes han ido trazando estrategias para sobrevivir en un mundo hostil.
30 junio, 2018 22:10No, tener el pecho grande no es divertido. Más bien al contrario: es un auténtico coñazo. Los años han hecho que te acostumbres a tener dos compañeras que han crecido más de la cuenta y pueden volver a hacerlo puntualmente si decides ser madre o si a tu premenstruación le va el sado.
El mundo no está hecho para salirse de la talla universal y aceptada por todos, pero a ti te ha tocado. No desesperes. Somos muchas las que padecemos en silencio el síndrome "ojalá fuese plana". Pero aquí estamos, con un par de buenas razones para tomárnoslo con humor, que eso sí que no hay injusticia textil que nos lo pueda quitar.
1 Todo lo que comes acaba en tu canalillo
Las migas de un bocadillo, las cáscaras de las pipas, la salsa que se ha desparramado de tu perrito caliente... Da igual lo que ingieras, sus restos acabarán apareciendo cuando te quites el sujetador al llegar a casa. No falla.
2 Nunca encuentras el sujetador perfecto
Porque los que te van bien o son de señora mayor o te cuestan un ojo de la cara. Y es que las marcas más asequibles se piensan que pasarse de una 95 es un exceso y, además, suelen poner relleno en la mayoría de sus prendas.
La cantidad de números y letras que acompañan a la selección de un sostén merece un apunte aparte. Requiere, por lo menos, haberse sacado un máster antes para acertar con la talla y no morir en el intento.
Lo más probable es que, además, sigas siendo incapaz de abrocharte el sujetador a la espalda y sigas haciendo la maniobra desde delante para darle la vuelta, ¿a que sí?
3 Te hablan mirándote el escote y no a los ojos
Un clásico que recuerdas desde que empezaron a salirte dos bultos en el cuerpo con 13 años. Desde ese mismo momento supiste que las miradas de muchas conversaciones pasarían a centrarse a dos palmos por debajo de tus ojos.
4 Odias el cinturón de seguridad
Imposible llevar con dignidad el cinturón de seguridad sin ir jurando en arameo por el roce. Da igual cómo intentes ajustártelo, nunca va a ser cómodo para ti.
5 Corres y saltas agarrándotelas
Salvo que hayas tenido la suerte de encontrar el tesoro que supone un buen top deportivo que te las sujete como Dios manda, cada vez que decidas correr o saltar tu instinto te empujará a echarte las manos al pecho para evitar males mayores.
6 Hay vestidos que nunca te pondrás
Olvídate de llevar escote palabra de honor y la espalda al aire, más que nada porque ni te planteas lanzarte a la calle sin sujetador y aunque la industria textil haya intentado suplirlos, tú sabes que necesitas un par de bueno tirantes si no quieres que acaben a la altura de tu barriga.
7 Abrazar es un deporte de riesgo
Tus tetas llegan a la persona a la que abrazas dos minutos antes que el resto de tu cuerpo...
8 Cuando haces deporte tienes dos círculos de sudor
Sí, señores, los pechos también sudan. Y, además, dejan un rastro bastante descarado...
9 Tus botones se abren a la mínima
Da igual que la camisa te siente bien cuando estás de pie, te sentarás y se te abrirá entre esos dos malditos botones. Sí, esos, los de siempre. Los odias. ¿Un truco? Cose el tramo de tela entre ellos, no se nota y da el pego.
10 Te preguntarán si son "de verdad"
Sí, porque hay gente que cree que la naturaleza solo llega a la talla 90 y que el resto es vicio.
11 El aro del sujetador te ha perforado un pulmón
Seguramente todos tus sujetadores tengan aros para salvarte de la hecatombe, eso es así. Así que lo más probable es que a ti también te haya salido uno disparado para provocarte un dolor indescriptible en el costado.
12 Impiden tu visión en horizontal
O te acoplas un par de cojines debajo de la cabeza o no verás la televisión acostada nunca. Solo las verás a ellas, tus compañeras de fatigas...
Las tetas no son para el verano...
13 Si haces topless tienes que ir girando sobre ti misma para evitar marcas
A tus dos colegas les encanta desparramarse cuando te tumbas y, si no hay nada que las pare, estarán a su libre alvedrío. De modo que si quieres un bronceado uniforme sin marcas blancas en los laterales debes ir moviéndote como si fueras un pollo asándose. Táctica infalible.
14 Hay bikinis y bañadores prohibidísimos
Una mayoría descartados porque, de entrada, tienen relleno. Todos los que se aten al cuello tampoco si es que quieres seguir conservando tus cervicales intactas... Los que no tienen tirantes acabarán a la altura de los tobillos y, los de volantes, te aumentarán dos o tres tallas. O sea, que te quedan, de nuevo, los de señora y poco más.
15 Las bragas de los bikinis te quedan grandes
A la persona que tuvo la gran idea de que se pudieran comprar por separado las partes del bikini habría que hacerle un monumento en cada plaza. ¿Cuántos años hemos pasado teniendo que meterle la tijera a la braga para que se ajustase a nuestro trasero? Demasiados.
16 Se te escapa la parte de arriba a la mínima
Tirarte de cabeza o bañarte en una playa con olas te activa las alertas de lolas al aire, pero claro, de nuevo el automatismo empleado durante años te salva del escándalo y ya has aprendido a recolocártelas como si fueses una ninja...
17 Tienes que agudizar el ingenio para tomar el sol de espaldas
Tumbarse boca abajo es todo un reto: "tú para aquí y tú para allá, ¡y no os mováis!". Pues, en la playa, la cosa se complica y requiere que tomes medidas extraordinarias...
En fin, que casi que lo mejor va a ser superar de una vez por todas los complejos, dejarnos de tanto sujetar y liberarlas de una vez. ¡Lolas libres!