Todos hemos cambiado alguna vez el asiento del avión o del tren a personas que viajan juntas. Lo que pocas veces el sentarnos al lado de un desconocido ha dado lugar a un bonito romance o calenturienta aventura -aunque a todos nos hubiera gustado-. Es demasiado peliculero.

Sin embargo, de vez en cuando la realidad supera a la ficción y en este caso en la historia solo falta Hugh Grant -o faltaría si los protagonistas no fuesen animales de gimnasio-. Todo comenzó cuando la narradora le pidió a una chica que le cambiase el asiento para poder ir con el novio..

"Ayer en el viaje de vuelta a casa, mi novio y yo pedimos a una mujer que nos cambiase el asiento para ir juntos. Hicimos la broma de que igual su nuevo compañero de asiento es el amor de su vida y, bueno, ahora os presento este hilo".

"¡Están tonteando! Los dos tienen pinta sexy de gimnasio y están charlando y sonriéndose, ¡y todavía no hemos despegado! ¡Espero que se enamoren!"

Y es que tenían muchas cosas en común: los dos son entrenadores personales y además veganos. El típico contacto de brazos iba que volaba. Así que Rosey trató de fijarse en lo más importante:

"¡No hay anillos a la vista!".

Pero la cosa iba a más.

"Él le va a mandar una charla de TED cuando aterricen".

"Ella es guapa".

"Él está fuerte".

"¡Y nosotros estamos nerviosos!"

"Ella se ha ido al baño con una coleta y ha vuelto con el pelo suelto. Ahora le está pidiendo consejos de fitness".

"Están pensando compartir un menú".

"No han pedido bebidas, pero están compartiendo queso (proteína). ¡Salvaje!".

Los narradores estaban tan metidos en la historia que acabaron su hora de WiFi gratuita y tuvieron que pagar para seguir contando el romance:

Y entonces....

"ÚLTIMA HORA: se han ido al baño a la vez".

"Han vuelto del baño juntos. Ahora están ayudándose a limpiar. El espacio de los dos".

"¡Ella ha apoyado la cabeza en su hombro por un segundo!".

Por si ir al baño juntos no era suficiente, la cosa se pone muy seria...

"Han empezado a seguirse en Instagram".

Y la cosa no termina con el aterrizaje:

Pero los instigadores del amor no iban a dejar de seguir esta historia aquí, y lograron encontrar sus cuentas de Instagram. Ya se seguían y, además, ambos están solterísimos y viven en Dallas, Texas.

Su historia se viralizó y llegó a los protagonistas de la historia, y él se puso en contacto dando permiso para compartir su identidad. Además, comentó que comenzó a sospechar algo al aterrizar, pero no vio la historia hasta que se la pasó un amigo:

Y es que, como para no enamorar a compañeras de viaje:

Y muchos estaréis preguntando... ¿y la chica? Los narradores de esta bonica historia están tratando de conseguir su permiso para publicar su identidad, pero de momento no lo tienen. Así que habrá que esperar para poner dos caras al romance del avión.