¿El anillo pa' cuándo? Debió pensar la protagonista de esta historia, que cansada de esperar decidió dar el paso y sorprender a su novio con una peculiar pedida de mano que salió de la peor manera posible.
La anécdota ha sido recogida por Adam Kay, un cómico inglés que ha publicado un libro titulado Esto va a doler - Historias disparatadas de un médico residente sobre sus años en la escuela de medicina y que en España publica Planeta, en la que relata una serie de anécdotas novelizadas, y que será adaptado a televisión en forma de miniserie por la BBC.
Explica que la muchacha -que el libro mantiene en el anonimato por razones evidentes, pero a quien aquí llamaremos Julieta- no tuvo mejor idea que meter el anillo en el huevo amarillo de los ovoides chocolates de Kinder. Hasta aquí todo aceptable, un poco cutre tal vez pero aceptable. El problema es que quiso darle un toque romántico introduciéndoselo en la vagina. "Inesperado, desagradable y, supongo, romántico", lo describe Adam. Porque decírselo con flores a veces no es suficiente.
A continuación pidió a su novio -a quien llamaremos Romeo de forma ficticia y satírica- que le diera un poco de amor con los dedos... ¿qué podía salir mal? Fácil: absolutamente todo. El plan era que Romeo lo descubriera, lo sacase y entonces ella se pondría de rodillas él diría que sí, se emocionarían mucho y entonces, suponemos, acabarían lo que habían empezado.
Vale, pues no.
Romeo encontró el huevo, pero resulta que este se quedó atascado -recordemos que esto ocurrió en Reino Unido, por lo que no podían llamar a Desatranques Jaén-. No había forma de sacarlo, daba igual lo que hicieran. "Hay que destacar que ella tenía tantas ganas de mantener la sorpresa que no le dijo qué había hecho ni por qué".
Tras varios intentos de sacar el tesoro -Elon Musk no ofreció ayuda esta vez, que sepamos-, Julieta realizó la pregunta mágica, Romeo dijo que sí y con eso liquidado procedieron a ir al hospital donde les atendió Adam. El autor sacó el huevo Kinder con un fórceps, ella lo cogió, tomó el anillo con unos guantes de látex -el látex es la nueva seda- y él lo aceptó.
Ahora deben temer el día que su descendencia les pregunte cómo se pidieron la mano.