"Que los dioses de guarden, Fabio, de esta plaga, pues de todas las formas de purificar el cuerpo que el hado nos envía, la diarrea es la más pertinaz y diligente", comenzaba Eduardo Mendoza su brillante novela El asombroso viaje de Pomponio Flato. Quizá la mejor descripción jamás escrita de lo que es un ataque de baile intestinal. Por lo general no se asocia la necesidad de correr como alma que posee el diablo hasta el retrete más cercano como algo adorable, como algo entrañable. Más bien lo contrario. Sin embargo siempre hay anécdotas que se empeñan en demostrar lo contrario.
Clint Edwards publicó el pasado miércoles un loco relato en la página Facebook asociada a su blog No Idea What I'm Doing: A Daddy Blog (No tengo ni idea de qué estoy haciendo: el blog de un papi") que tuvo lugar en un viaje por carretera de 12 horas para asistir a un funeral familiar.
La revolución en la vida interior de Clint llegó cuando estaban en un área de servicio. Su mujer y dos de sus hijos esperaban con su madre en la furgoneta, mientras él y su niña de cuatro años buscaban unos cornflakes. Fue entonces cuanto sintió unas irrefrenables ganas de ir al baño.
Sin muchas opciones y obligado por su propio cuerpo, corrió con su hija hasta el cuarto de baño entrando con su hija en el retrete mientras él liberaba al kraken. Esto sin duda podía haber sido un momento tremendamente incómodo si no llega a ser por la reacción de la pequeña.
"¡Guau! ¡Estás esforzándote mucho!, decía la pequeña. Incluso en un momento dado ella también empezó a hacer gestos de empujar mientras gritaba "¡Lo estás consiguiendo! ¡vamos papá! ¡Lo estás consiguiendo!", mientras que comentaba la calidad del trabajo que estaba realizando.
Clint explica que la niña se distrae con facilidad y que, además, ha tenido algún accidente en el orinal, por lo que su mujer y él han tenido que animarla en ocasiones cuando tenía que ir ella a hacer sus cosas. Simplemente estaba replicando los ánimos que le daban a ella y que le parecía lo más normal del mundo en esa situación.
"Es la Richard Simmons del retrete", dijo Clint, en referencia al gurú motivacional del fitness más ochentero. El momento cumbre fue cuando la pequeña le llamó "robot de cacas y pedos".
Finalmente, Clint y la pequeña volvieron al coche, él con una pastilla anti-diarrea en la boca. Su mujer les preguntó por qué habían tardado tanto. "No quieras saberlo", contestó él, pero antes de que pudiera arrancar la pequeña le dio un golpecito en la pierna mientras le felicitaba. "Buen trabajo, papi".