¿Recuerdas cuando entrabas con el coche en la gasolinera, te saludaba el gasolinero y te preguntaba cuánto querías mientras agarraba la manguera para insertarla en tu vehículo? Obviando el extraño cariz sexual que toma la pregunta leída textualmente, para evocar la escena quizá hayas tenido que remontarte unos cuantos años. Incluso puede que te parezca ciencia ficción y no la hayas vivido nunca: si acostumbras a poner gasolina a pesar de que se haya convertido casi en objeto de lujo caerás en la cuenta de que los gasolineros, al menos los que salen al exterior a ponerte el combustible, están en vías de extinción. O extintos directamente: ahora la gasolina debemos ponerla nosotros.
Más allá de que seas como yo y te alegres de mantener el menor contacto posible con las personas, el autoservicio que se ha ido imponiendo en los comercios ha conseguido que todo lo que compramos nos salga más caro. El autoservicio mató al gasolinero, sí, pero también a muchos otros dependientes que ven eliminar su trabajo para que sea el propio cliente quien lo realice; ahorrando, de rebote, los sueldos al empresario. Quizá nos sea más cómodo, incluso más rápido, pero no más barato: pagamos por un producto que lleva adosado un servicio que no nos dan.
El autoservicio se está imponiendo. Empezó por las cafeterías de hospital, después llegó a las gasolineras; ahora encontramos esta manera de obtener los productos en muchos otros tipos de establecimiento. ¿En cuáles? Echemos un vistazo.
En las cadenas de hamburgueserías
Empezó siendo una prueba y han terminado imponiéndose a la hora de realizar los pedidos. Ya no hace falta interaccionar con los dependientes: basta con acudir a la tablet gigante que es el quiosco e ir ordenando una a una las hamburguesas, los menús, ingredientes extra... Incluso puedes pagar en el quiosco para después recoger la comida con un simple número.
En las cajas del supermercado
Igual que pasó en las hamburgueserías, las cajas de autoservicio andan imponiendo su lugar para que seamos nosotros los que realicemos todo el trabajo de registrar uno a uno los productos, los pongamos en las bolsas y hasta pasemos la tarjeta. Quizá sea más moderno, pero este tipo de autoservicio está poniendo en peligro a los cajeros de toda la vida. Sí, siempre hará falta alguien que venga a reiniciar las cajas porque un cliente se equivocó escaneando los productos, pero son como los gasolineros: están en vías de extinción.
Pronto tendremos que pesarnos la fruta, la carne, iremos a mirar nosotros mismos los precios, hasta buscaremos el pasillo concreto del café en una tablet gigante, como los quioscos automatizados de hamburguesería. Cada vez vamos asumiendo más trabajo que terminamos pagando nosotros.
En los bancos
Ya no podemos ir a pagar los recibos, tampoco preguntar nuestro saldo o pedir nuevos servicios añadidos a nuestra cuenta: si has acudido recientemente a tu entidad habrás caído en la cuenta de que la mayor parte de consultas que antes hacían los cajeros (personas) ahora las debes realizar en los cajeros (automáticos), incluso por Internet. El absurdo es tal que los trabajadores de caja deben ayudar a los clientes saliendo de su puesto para llevarlos al cajero automático. Una muestra más de que pagamos por un trabajo que debemos realizar nosotros mismos.
En los sex shops
Las máquinas de vending colaboran en la extinción de los dependientes. Dichas máquinas comenzaron ofreciendo bebidas y galletas de chocolate; ahora hacen pizzas, ofrecen todo tipo de accesorios para móviles y hasta artículos de sex shop. Quizá hayas visto una de estas máquinas: venden desde dildos a preservativos; pasando por una colección tal de lubricantes que la vitrina casi parece un mostrador de zumos.
Este tipo de máquinas no solo ofrece un acceso más directo y sencillo a productos tabú, también eliminan cualquier consejo que te pueda dar un especialista de sex shop. Al final tienes que arriesgarte y elegir al azar. Eso sí, también puede ser un incentivo.
Hacer la compra, atención al cliente, prestación de servicios... Vamos camino de que seamos nosotros quienes, como en la gasolinera, realicemos el trabajo final. Y sin que veamos reducido el importe de lo que estamos comprando a pesar de que resulte mucho más rentables. Nos han vendido el autoservicio como lo más moderno, práctico, como lo mejor para ahorrarnos colas innecesarias ahorrando, con ello, mucho tiempo. También se ahorran muchos trabajadores y una atención personalizada que se está perdiendo. Este es el progreso.
¿Qué fue del "Lleno, por favor"?