Humanos, seres adorables y profundamente odiables a partes iguales. Los amamos, los despreciamos y no podríamos vivir sin ellos. Trabajar de cara al público durante más de tres horas es una tarea que automáticamente se convalida por haber pasado diez años en un templo del Himalaya aprendiendo técnicas ancestrales de autocontrol. Eso o acabas pasando diez años en la cárcel por triple homicidio.
Trabajar en una tienda, atendiendo a gente que viene a comprar cuando, normalmente, no tienen ni idea de lo que quieren es una fuente inagotable de pequeñas historias y personajes pintorescos que parecen salidos de una película escrita por Berlanga en un sueño de los hermanos Coen.
Guillem, un tuitero que ha pasado diez años atendiendo en distintos establecimientos -y que ahora trabaja en una tienda de cuchillos, por lo que mejor no os metáis con él- ha decidido compartir con el mundo alguno de los episodios más peculiares vividos en el cumplimiento de su deber. Y realmente por la longitud del hilo parece que haya vivido 50 vidas.
Guillem promete ir actualizando su hilo con nuevas anécdotas a medida que le sucedan o que se acuerde. Así que habrá que seguirle.