Prakah Bilhore tenía tan solo 16 años cuando murió en julio de 2015 en un accidente de tráfico. Un bache fue el causante de su desgracia; pero no es la única víctima de los cráteres en las vías del país. Cada año fallecen miles de personas por la misma causa en India. Desde la fatídica fecha, Dadarao, su padre, ha reparado cientos de agujeros para evitar que otras personas corran la misma suerte que su hijo.
Armado con una pala, el hombre va parcheando las carreteras mientras mira al cielo y reza, es su forma de combatir el dolor. Utiliza grava y arena para llevar a cabo su tarea, que ya ha logrado acabar con unos 600 baches de la capital financiera de la India en los últimos tres años, asegura AFP.
Este vendedor de verduras de 48 años lo hace como homenaje a su hijo y con la esperanza de salvar vidas: "la muerte repentina de Prakash dejó un enorme vacío en nuestras vidas. Hago este trabajo para recordarlo y honrarlo", reconoce a la agencia. Añade además que "tampoco quiero que nadie más pierda a un ser querido como nosotros".
Su hijo viajaba de paquete en una motocicleta que conducía su primo cuando no pudieron esquivar un bache que les hizo volar por los aires. Prakash, que no llevaba casco, sufrió un daño cerebral irreparable. Su primo, sin embargo, solamente acabó con heridas leves del accidente.
Récord de baches
Todo sucedió durante el monzón que azota Bombay en verano, con fuertes lluvias que dejan las paupérrimas carreteras todavía más destrozadas. Los baches son tan habituales que incluso se está llevando a cabo una campaña para incluir a la ciudad en el Libro Guinness.
Navin Lade, un vecino de la urbe, asegura tener registrados más de 27.000 en este sitio web. En las estadísticas oficiales del Gobierno se recoge que el mal estado de las carreteras estaría detrás de la muerte de 3.597 personas en toda India durante 2017, unas 10 personas por día.
Dadarao Bilhore asegura que los políticos deben "asumir la responsabilidad y crear mejores infraestructuras". Él, mientras, seguirá reparando baches solo o con ayuda de voluntarios, una tarea que le ha valido el apodo de "pothole dada", un término cariñoso para un hombre respetado por su comunidad.
"El reconocimiento de nuestro trabajo me ha dado la fuerza para lidiar con el dolor y, donde sea que vaya, siento que Prakash está conmigo. Mientras esté vivo y pueda caminar, me desharé de todos estos baches", concluye.