Las grotescas imágenes de burros ornamentados escalando las empinadas callejuelas de la isla griega de Santorini y cargando con turistas obesos se han terminado. El Gobierno ha prohibido a los visitantes con sobrepeso que hagan uso de estos animales, tratados como una mera atracción turística en este archipiélago del sur del mar Egeo.
Aunque la trayectoria de reivindicaciones y denuncias por parte de las entidades animales no es nueva, fue a comienzos de este 2018 cuando las protestas se recrudecieron a raíz de unas imágenes donde se veía a los animales paralizados por el peso, asegura Mirror. Ahora, el Ministerio de Desarrollo Rural y Alimentación ha publicado una ordenanza en la que se recoge que los animales no cargarán con personas de más de 100 kilos o una quinta parte de su propio peso.
La ley establece que "los propietarios de los équidos de trabajo deben asegurarse de que el nivel de salud de los animales sea óptimo. También debe haber materiales de desinfección en sus alojamientos y estaciones de trabajo". Y es que con la obesidad en aumento en Occidente, los animales cada vez soportan a turistas más gordos durante muchas horas al día, siete días a la semana, provocándoles lesiones en la columna y heridas bajo la montura como esta:
El texto recoge también que no deben trabajar aquellos animales enfermos, heridos o en estados avanzado de gestación. Y, parece mentira que tengan que especificarlo, deben comer alimentos adecuados a diario y tener agua fresca disponible.
Un pequeño gran paso
Aunque las asociaciones animalistas que trabajan en la zona, PETA es una de ellas, creen que no deben conformarse con esta ordenanza reguladora, lo cierto es que todas reconocen que es un paso importante en su lucha por liberar a los famosos burros turísticos del lugar.
La isla es un enclave montañoso donde los animales se han usado tradicionalmente para sortear los grandes niveles y transportar a personas y mercancías, sobre todo por las callejuelas escalonadas a las que no pueden acceder coches como en la capital, Fira.
Fue en junio cuando las entidades protectoras de animales demostraron que, debido al incremento de peso de los turistas, los lugareños que se ganan la vida con esta actividad tuvieron que empezar a emplear mulas en vez de burros, que son más grandes y pueden transportar cargas más pesadas. Gracias a ello han conseguido que su exigencia sea ley.