Cada año en España se diagnostican unos 25.000 nuevos casos de cáncer de mama. Los datos que maneja la Asociación Española Contra el Cáncer son alarmantes: una de cada ocho mujeres sufrirá esta patología a lo largo de su vida. Para visibilizar esta dolencia, difundir la importancia de la autoexploración y la prevención, y también para poner el foco en la investigación se conmemora cada 19 de octubre el Día contra el Cáncer de Mama, una fecha promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Este viernes las redes sociales, las fachadas de los edificios, los logos de los medios de comunicación y nuestras solapas lucen lazos rosas como muestra de apoyo a las mujeres que están plantándole cara a la enfermedad, pero también para recordar a aquellas que tuvieron que decirnos adiós y para concienciarnos de la necesidad de someternos a reconocimientos y estar pendientes de cualquier síntoma que pueda aparecer en nuestros pechos:
La historia de un lazo universal
La primera vez que se usó un lazo cruzado como símbolo de una causa fue durante la crisis de los rehenes de Irán, que comenzó el 4 de noviembre de 1979 cuando 66 personas de la embajada de Estados Unidos fueron secuestradas. La situación no se resolvió hasta 1981 y fue entonces cuando se escogió el amarillo para mostrar la solidaridad con las víctimas.
Diez años después un lazo haría historia: el rojo, símbolo de la lucha contra el SIDA. Fue el actor Jeremy Irons quien lo llevó en la entrega de los premios Tony. Hoy en día sigue siendo todo un icono. Solo un año después aparecía el lazo rosa de la mano de una publicación estadounidense.
Fue Charlotte Hayley la precursora del símbolo. Ella escogió el color melocotón y reivindicó que el Instuto Nacional para el Cáncer de Estados Unidos manejaba por aquel entonces, a comienzos de los noventa, un presupuesto de 1.800 millones de dólares de los que solo un 5 % se destinaba a la prevención: "ayúdanos a despertar a nuestros legisladores y a EE.UU. vistiendo este lazo".
Los lacitos y las tarjetas en las que Hayley explicaba la causa se repartieron en los supermercados y a través del correo postal a mujeres influyentes. La editora jefe de la revista Self, Alexandra Penney, supo de la campaña y quiso ponerse en contacto con la artífice. Por aquel entonces, en 1992, estaba escribiendo sobre el cáncer de mama y quería repartir los lazos con la edición de octubre.
Hayley desechó la idea por considerarla "comercial", pero la revista no se rindió y sacó su propio lazo. Eso sí, de color rosa, tal y como ha llegado a nuestros días. La marca de cosmética Estée Lauder colaboró en la iniciativa repartiendo millón y medio de lazos entre sus clientas. Tiempo después este apoyo se materializó en la creación de la Fundación de Investigación que ha recaudado más de 330 millones de dólares para la investigación.