Que levante la mano quien no haya soñado alguna vez con meterse en la piel de un espía y salvar el mundo antes de desayunar. Hacerse pasar por alguien diferente, caracterizarse como esa otra persona y lograr obtener información es un papel que a todos nos gustaría interpretar al menos una vez en la vida.
Ahora no es que nos vayan a llamar por arte de magia para ficharnos en alguna agencia de inteligencia, pero sí podemos conocer un poco más de cerca los trucos de los espías gracias a Jonna Mendez, que ejerció durante años de jefa del departamento de disfraces en la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, la CIA para los amigos, vaya.
Actualmente esta mujer colabora con el Museo del Disfraz y Wired la ha entrevistado consiguiendo que desvelase algunos de los secretos mejor guardados para que los agentes pasen desapercibidos durante una misión. Porque, vale, quizás el cine nos haya hecho creer que con un cambio de peluca o de gafas está todo hecho:
Pero nada más lejos de la realidad. El proceso de caracterización depende del tiempo que tenga que ponerse en práctica el señuelo. Así, si por ejemplo ha de mantenerse el personaje durante bastantes días, el departamento prepara un documento en el que se plasman los rasgos físicos más relevantes del agente para que todos ellos se consigan cambiar.
Sí más viejo, pero nunca más joven
Mendez descubre también que la edad del personaje es crucial. Como las personas de más edad transmiten más confianza, se opta por envejecer a los agentes y nunca quitarles años. También pueden hacerle ganar unos cuantos kilos, pero hacerles adelgazar es imposible. Las mujeres, dice, son mucho más versátiles. Pueden hacerse pasar por hombres, algo que al contrario no suele funcionar.
En todo caso, el objetivo es que pasen por gente corriente, personas lo más comunes posibles para no levantar sospechas. Así, es vital modificar la manera de hablar, de vestir y de comportarse. Incluso la forma de caminar. Todos estos detalles no solo revelan su identidad, sino también su procedencia, ya que en cada país, aunque no podamos notarlo a simple vista, todos estos rasgos son diferentes.
De hecho, incluso llegan a introducir objetos en los zapatos o a vendarse las articulaciones para cambiar el modo de caminar. Es decir, no es ningún juego de niños meterse en la piel de los otros. En ocasiones, como detallan en la parte final del vídeo, incluso es necesario hacerse un disfraz de emergencia para cambiar de apariencia en pocos segundos. Parece fácil, pero el resultado es espectacular.