¿Ayudarías a un amigo si resulta ser un asesino?
En la Jungla. La historia viral de un tuitero plantea un enorme dilema moral. ¿Ayudarías a un delincuente solo porque es uno de tus amigos?
4 noviembre, 2018 23:44La vida da tantas vueltas que nadie sabe dónde estará al día siguiente ni qué le ocurrirá a sus amistades más cercanas. Puede ser fruto de un tropiezo, de un infortunio o calculado, quizá un día te encuentres con que tu mejor amigo se encuentra al margen de la ley por un delito atroz que cometió. Nunca se conoce por completo a las personas, ni siquiera a las que tienes más cerca y creías entender en profundidad.
El dilema que planteamos en el título podría ser el argumento de una novela o de una serie de televisión, pero parte de un hecho que el tuitero Francisco publicó en forma de hilo. Una amistad desde niño con otra persona, el largo camino a la edad adulta compartiendo travesuras, alegrías y penas con ese amigo de toda la vida, descubrir que, por azares del destino, la senda de tu compadre se desvía hacia el lado más amargo truncando la vida de otra persona inocente.
Francisco cuenta su anécdota de manera cercana y desgarradora narrando en primera persona cómo se vio obligado a ayudar al amigo de su infancia.
Hoy ayudé al asesino de un taxista que después de siete años preso salió y mato a una mujer.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Se llama Roberto.
Lo conocí a los nueve años, en tercero de escuela. Éramos los más revoltosos de la clase, los “graciosos” del fondo y nos hicimos compinches enseguida.
Yo jodía porque tenía la suerte de terminar las cosas rápido y después me aburría. Roberto no. Estaba disperso como nervioso por algo que iba más allá de su entendimiento. No podía concentrarse. Por eso la maestra Virgina me “asignó” ayudarlo en mi casa con los deberes.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Ahí Roberto descubrió la torta de naranja de mi vieja que bajábamos con tremendos vasos de cocoa. Descubrió que con esfuerzo y gente que te quiere y apoya, hasta el “Resuelvo” más terrorífico que mandara la maestra, salía.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Yo descubrí, gracias a las preguntas perfectas de mi vieja, que el vivía casi solo. Que el padre se embarcaba meses y que para tener un ingreso extra traía merca de los viajes. También la tomaba.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
La madre tenía muchos trabajos de empleada doméstica.
Era ella sola.
Terminada la escuela nos distanciamos. El ya andaba en ambientes jodidos para mi.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Más de adolescentes nos cruzamos por ahí en la noche. Algunas veces le compré merca, otras alguno de mis amigos. Le decíamos “robertito super bronca” por una canción de La Polla Récords.
Pasaron los años y me enteré que estaba re pasado. Merca. Que estaba cara y había empezado con la pasta. Que la madre ya no podía con el. Hablaba con la mía y lloraba. Lloraba con dolor de madre, ese que sale de las entrañas y se puede sentir a la distancia.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Lo siguiente que supe fue “bo, Fran, ¿viste que robertito mató a un tachero? Está escondido en el cante. Lo está buscando la policía.”
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Después me enteré que le dieron 7 años.
Salió y al poco tiempo me entero que mató a una madre que iba en bicicleta. La mató como un cerdo cobarde dándole con un fierro en la cabeza. Le robó la bici para comprar pasta.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Preso otra vez.
Hace unos meses volvió. Es uno de los zombies que vemos todos pastabásicos que caminan con movimientos robóticos. Pide monedas en la puerta del super. Alguna que otra vez le compré una torta frita al del carro cuando me mangueaba guita. Pero se cuidaba de no pedirme.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Hoy estaba entre cajas de cartón, temblando de fisura, de hambre, de desolación. Como una hoja que está por caerse de un árbol. Taba vestido con harapos.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Las cosas se pagan, pensé. Es un asesino, se lo merece.
Llegué a casa, agarré el único pantalón deportivo que tengo y se lo di.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Por qué si es una escoria, un sorete. Iba pensando camino a dárselo.
Merece sufrir.
Pero yo le vi la sonrisa enorme, la mirada limpia e inocente en su cara con bigotes de cocoa. La felicidad en un cacho de torta y dibujitos en la tele.
— Francisco (@cisco_fran_) 1 de noviembre de 2018
Yo tuve suerte de nacer en otra casa. De vivir 200 metros más acá del cante.
De tener alguien en mi casa. El no.
La anécdota de Francisco nos recuerda lo fácil que resulta perder el control de nuestro destino solo por una mala decisión, por no estar en el sitio y momento correctos o por nacer en una casa regida únicamente por la desidia y la soledad. Solemos escuchar que el éxito se consigue solo con esfuerzo, pero hay quien parte en su busca después de que le hagan la zancadilla nada más comenzar.
Hemos contactado con Francisco y nos ha corroborado la historia. "¿Por qué un niño de 9 años se da cuenta de que otro niño de la misma edad, y que supuestamente tiene las mismas oportunidades, no le va a ir tan bien?", comentaba Francisco. "¿No es que somos iguales? ¿Por qué algunos nacen con el estigma de la pobreza? Pobreza cultural, espiritual, socio-económica, afectiva. La pobreza en toda su extensión". Preguntas complicadas de imposible respuesta.