La Organización de Naciones Unidas publica anualmente el Índice de Desarrollo Humano (HDI en sus siglas en inglés), algo así como la nota de los países en materia de desarrollo. Una evaluación que sale de un organismo tomado como neutral para que los políticos y los ciudadanos sepan qué rumbo están tomando desde los gobiernos.
En 2017 Noruega alcanzó el primer puesto y España descendió del 25 del año anterior al 26. Níger ocupó el último lugar en la tabla. Se trata de un baremo que apareció en 1990 porque antes de esa fecha, el desarrollo de un país se medía únicamente por su crecimiento económico. El HDI sí tiene en cuenta todas esas otras cuestiones no económicas que influyen en el bienestar del ser humano.
El índice ha contribuido a cambiar el modo de que las personas vean el proceso de desarrollo, pero algunos organismos señalan que todavía no se trata de un baremo perfecto y que contiene algunas imprecisiones. De hecho, el Instituto Smithsonian publicaba un trabajo sobre ello este pasado 6 de noviembre.
La remontada de España
Según el centro de educación e investigación estadounidense, eliminar las imperfecciones del HDI crea diferencias sustanciales. Por ejemplo, Dinamarca ocupó el quinto puesto en todo el mundo con los datos de la ONU, pero con el índice propuesto pasaría al puesto 27 y sería España el país que ocuparía su lugar.
A esta nueva medida del desarrollo la han bautizado como el Indicador de Vida Humana (HLI, en sus siglas en inglés), que clasifica a los países de manera muy distinta al baremo de la ONU, tal y como se ve en el gráfico del Instituto. Por ejemplo, Hong Kong pasa del noveno al primer lugar:
El fallo con el HDI, según los smithsonianos, es que considera tres ejes de medición: economía, educación y salud; pero lo hace de una manera sesgada. Explican en este artículo que, en la medición de la sanidad, utilizan la esperanza de vida al nacer y el PIB per cápita, algo que añadiría años de vida en términos de producción económica, argumentan.
¿Qué tiene en cuenta el HLI?
Por su parte, este nuevo índice que proponen y, dicho sea de paso, que tan bien califica a nuestro país, mide la esperanza de vida al nacer, pero teniendo en cuenta la desigualdad en la longevidad. Es decir, si dos países tuvieran la misma esperanza de vida, el país con mayor tasa de mortalidad infantil tendría un HLI más bajo. Desde el Instituto defienden que el HLI "resuelve el problema de los datos inexactos" de la ONU. "Nuestro índice dibuja una imagen diferente", aseguran.