Si tienes un documento importante, ten al menos una copia de seguridad. Todos hemos pasado por ese momento de pánico absoluto en el que hemos eliminado por error el archivo que no tocaba, o el programa ha decidido unilateralmente cerrarse sin guardar y ha dejado el archivo corrupto y no se puede abrir. La mayoría de veces suele ser con archivos menores o se pierden unas horas de trabajo y la sangre no llega a colapsar el río. En otras ocasiones sí, y el pánico puede ser absoluto. Y si no, que se lo pregunten a Pixar.
En 1999 Toy Story llegó a los cines con una secuela que no solo estaba a la altura de la original, sino que la mejoraba en muchos aspectos. Tras el éxito de la primera entrega y de Bichos, asentaría al estudio como uno de los grandes sellos del audiovisual americano. Y todo estuvo a punto de irse por el retrete cuando uno de los animadores introdujo el comando equivocado en el archivo equivocado.
Ctrl + Alt + Supr
Aunque mucha gente pueda tener a la animación como un género menos y más barato y sencillo de realizar que una película de imagen real, la realidad es todo lo contrario. En una película de animación hasta el más mínimo detalle tiene que ser creado desde cero, desde los personajes hasta la lata de refresco que hay tirada en un rincón. Como referencia, el presupuesto de Toy Story 2 era de 90 millones de dólares, en comparación, Star Wars: La amenaza fantasma, estrenado el mismo año contaba con 115 millones. Por cierto, Toy Story tuvo 30 millones de presupuesto, lo que deja claro el salto que dio Pixar en solo cuatro años.
Para entender como pudo Pixar borrar casi por completo una película, hay que entender que decenas de personas -un total de 150 para toda la película- trabajan de forma en los mismos planos: desde la persona que se encarga de dar forma a los modelos a quien los anima, pasando por los encargados de la luz. Los planos estaban todos almacenados en el servidor central, y cada plano contiene cientos de subarchivos con cada elemento que se ve en pantalla. En ocasiones se acumulaban excesivos subarchivos, por lo que existía un comando, /bin/rm -r -f *, que servía para borrar todos los archivos por debajo de un directorio. Y alguien lo ejecutó en el directorio raíz.
La película se desvanecía ante sus ojos
Un día de 1998, cuando la mayoría del equipo de Pixar estaba centrada en terminar Bichos que debía estrenarse aquel otoño, el director técnico de la película, Oren Jacob -que explicó la historia a The Next Web- estaba en su despacho con otros miembros del equipo comprobando unos errores con unos recursos de Woody -parece ser que el sombrero- cuando al recargar se dieron cuenta de que cada vez había menos y menos archivos. Consultaron otros directorios y vieron como Rex, Mr Potato, Buzz y todos los personajes iban desvaneciéndose poco a poco mientras el sistema obedecía la orden de eliminarlo todo.
En un momento de pánico, llamaron a la sala de servidores y dieron la orden de desenchufarlo todo, a lo bestia. Evidentemente, a los técnicos que cuidaban de un servidor con cientos de clientes no aceptaron la orden a la primera. Tras unos minutos de pánico, lo consiguieron y poco a poco todos los ordenadores de la empresa se colgaban cuando dejaban de recibir información.
Cuando, varias horas después lograron encender de nuevo la máquina, solo quedaba un 10% de la película.
Una copia de seguridad inutilizable
Pero el momento de mayor pánico todavía no había llegado. Pixar había tenido problemas similares en el pasado, aunque no tan graves, como cuando todas las hormigas de bichos se borraron sin querer. La copia de seguridad les salvó la vida y no había razón para pensar que esta vez no lo haría ¿o sí?
En ese momento, Pixar guardaba sus copias de seguridad en un sistema de cintas. El problema es que no habían comprobado su estado, como debía hacerse, esto es sustituyendo las cintas en uso por las copias para comprobar que todo estaba ahí. Como no lo habían comprobado nadie se había dado cuenta de que la cinta había llegado al límite de 4 gigas y no había seguido guardando información.
Pero aún así la gente de Pixar todavía no sabía esto. Cargaron la copia de seguridad y comprobaron que faltaba el trabajo de una semana, aproximadamente, pero todo lo demás parecía estar bien. Parecía. Como en un relato de Manuel Bartual, entonces comenzaron a pasar cosas raras. Elementos adjuntos -objetos que se movían de un lugar a otro, como puede ser el sombrero de Woody cuando pasaba de estar en la cabeza a su mano- daban errores. Había algunas escenas que se había superado la versión 400 y volvían a estar en la 10. Como la versión restaurada tenía errores, el nuevo trabajo acumulaba nuevos. La cascada era cada vez más grande y para el final de la semana se dieron cuenta de que aquello no tenía salvación.
El coche de 245 millones de dólares
Pero hubo una última y desesperada esperanza. Galyn Susman, la supervisora del departamento técnico, había dado a luz unos meses antes y había estado trabajando desde casa. Para ello le habían instalado un ordenador Sillicon Graphics con una copia de la película que iba actualizando mediante una conexión a Internet ISDN -básicamente dos conexiones de 56Ks enganchadas, bienvenidos a 1998-. Desesperados, fueron a su casa y cargaron el ordenador, protegido con mantas y toallas y con el cinturón de seguridad, en un Volvo que no solo llevaba todo el trabajo del equipo, también los 245 millones que recaudaría la película. No superaron los 50 kilómetros por hora y a su llegada ocho personas les esperaban para llevar la máquina hasta los servidores. Sudaron mientras arrancaba, el momento más crítico y donde más errores podían ocurrir. Pero arrancó y la última actualización era de dos semanas antes. Todo parecía estar en orden, pero no se fiaron.
Trabajaron todo el fin de semana en turnos de 10 o 12 personas -no solo el equipo de Toy Story 2, también quienes trabajaban en Bichos- para comprobar que todo funcionaba, entre pizzas, galletas y sandwitches que una tienda cercana les daba gratis viendo su nivel de agobio.
Pero todo funcionaba y la película volvía a la vida.
Cortar cabezas y clavarlas en una estaca
Llegado este momento, sabiendo que la película acabó con final feliz (aunque buena parte del trabajo que se recuperó volvería a la basura, pero esta vez por motivos artísticos), solo cabe preguntarse quién fue el culpable de todo esto, cortarle la cabeza y clavarla en una estaca sobre la entrada del edificio, como aviso para el próximo que vaya a borrar algo. Sin embargo, el dramatismo de la situación hizo que no tuvieran tiempo para comenzar una caza de brujas: la prioridad, al menos según el relato de Oren Jacob, fue siempre fue buscar la solución. El equipo técnico de Pixar sí que revisó a fondo cómo gestionaban las copias de seguridad, pero no hubo despidos.
Moraleja: no abandones a las copias de seguridad. Ellas nunca lo harían.