Mata a su novio y se convierte en una Hannibal Lecter de Hacendado
En la Jungla. Como si se tratase del guión de una película de cine negro, esta mujer despechada asesinó a su pareja y acabó cocinando sus restos.
21 noviembre, 2018 20:46Si recuerdan La flor de mi secreto, la película que Pedro Almodóvar estrenó en 1995, en una de las novelas que escribía la protagonista (Marisa Paredes) bajo el pseudónimo de Amanda Gris, el argumento giraba en torno a una mujer que asesinaba a su marido y escondía su cadáver en un arcón congelador. El director manchego rescató el mismo relato para la trama de Volver (2006), pero entonces deslizó que Penélope Cruz se afanó en hacer croquetas con el cuerpo, un 'manjar' que sirvió a docenas en su bar.
Pues bien, de nuevo la realidad vuelve a superar o, al menos, a equipararse a la ficción. Una mujer marroquí acaba de ser detenida en Al Ain, una localidad próxima a Dubai (Arabia Saudí), acusada de asesinar a su pareja, triturarlo y cocinarlo con un arroz que sirvió a un grupo de trabajadores paquistaníes. El paralelismo con la película es escalofriante.
Al parecer todo ocurrió en la casa que compartía con su novio, con el que llevaba saliendo unos 7 años según la información que recoge el Daily Mail. El hombre le habría confesado que iba a dejarla para casarse con otra y ella no pudo soportarlo. Lo mató e introdujo sus restos en una licuadora para tritularlos. Después los guisó y los acompañó del arroz.
Un diente en la picadora
El hermano de la víctima alertó a la Policía sobre la desaparición del hombre. Ella sostenía que lo había echado de casa tras la discusión, pero cuando fueron a inspeccionar el domicilio, los agentes hallaron un diente en el interior de la picadora y la detuvieron de inmediato.
La mujer se ha declarado culpable, pero con una salvedad. Ha indicado que le pidió a un amigo que se deshiciera del cadáver, defendiendo que no guisó los restos de su pareja; pero este supuesto amigo ha negado su participación en los hechos. De modo que todo apunta a que el fatal desenlace del hombre culminó en los ingenuos estómagos de los trabajadores.