Es posible que algunas personas hayan visto demasiado CSI y a la mínima que pasa algo en sus vidas quieran comenzar una investigación que haría que se le cayeran los mocos a Gil Grissom. Y evidentemente la historia de exageración máxima tenía que ocurrir en Asia, concretamente en Taiwan. Y el objetivo no podía ser más surrealista: averiguar quién se había comido un maldito yogur.
Compartir nevera es muy arriesgado. Cuando metes algo no puedes estar completamente seguro de que vuelva a estar ahí al volver a abrir la puerta. A todos nos ha pasado y podemos empatizar perfectamente con la estudiante que encontró su yogur en la basura y debidamente zampado. Hizo lo que cualquier persona enfadada haría: cogerlo e, iracunda, preguntar a las compañeras quién carajo ha sido la valiente que ha metido la cuchara en el yogur equivocado. Cuando todos escurrieron el bulto, decidió sacar la artillería.
Yogur en mano, se fue a la comisaría más cercana y plantó una denuncia. ¿Entonces los agentes se rieron en su cara y la mandaron para casa?, estarás pensando. Pues no, la policía se puso las gafas de sol y comenzó la búsqueda de huellas dactilares en el recipiente.
En ese momento descubrieron que no podían recuperar huellas, por lo que subieron la apuesta y pasaron a realizar una prueba de ADN. Lograron extraer muestras del yogur, y tomaron otras de las cinco compañeras -que suponemos debían estar flipando y buscando piso nuevo- y dieron con la culpable.
Lo más delirante del asunto es el coste que toda esta broma ha tenido. Según informa Apple Daily, el yogur de la infamia había costado 7,50€. Una sola prueba de ADN cuesta casi 400€ y se realizaron seis -una por cada compañera más la del yogur-. En total, el material y las pruebas de laboratorio tuvieron un coste de 2400€.
Evidentemente esto ha causado un gran escándalo en el país, ya que la policía, en su búsqueda de servir al ciudadano, no cumplió con el principio de proporcionalidad. El ex jefe de policía, Ye Lanlan, aseguró que "era un desperdicio de recursos policiales y un desperdicio de recursos forenses".
Solo esperamos que su próxima investigación sea una batida con unidades caninas para encontrar un calcetín desaparecido en la lavadora.