Las orcas tienen mala fama, porque ser conocidas como ballenas asesinas no es que te hayan puesto el San Benito. Y claro, si estás nadando felizmente por la playa y de golpe te encuentras rodeado de estos mamíferos de hasta cinco toneladas.
A pesar del terrible apodo que tienen, lo cierto es que no suelen ser agresivas a menos que seas un pingüino o un salmón, y apenas se registran dos o tres ataques al año como mucho. Con todo, la sangre fría que demuestra Judie Johnson, una nadadora de 60 años que se encontraba en Coromandel, en Auckland, cerca de Australia cuando captó la atención de tres orcas, una hembra adulta y dos crías.
Se dio la circunstancia de que un turista estaba grabando con un dron en la zona y captó todo el encuentro:
"Vi una sombra debajo de mí, una forma enorme y pensé que eran delfines, y estaba encantada. Entonces vi el color blanco de su tripa". Al principio se planteó volver a la playa, y de hecho se puede ver cómo acelera el ritmo. "Pensé que comen focas, y yo llevaba un traje de neopreno negro". Pero luego decidió seguir.
"Fue algo diferente a todo lo que me había pasado antes y pensé 'no, es una experiencia que cambia la vida'", y recuerda el momento en el que miró a los ojos de la orca adulta. "Tenían tanta curiosidad en mí como yo sobre ellas", declaró.
Al cabo de un par de minutos, los animales parecieron perder el interés en la humana -o llegaron a la conclusión de no tenía suficiente carne- y se marcharon, dejando que acabase su ruta sin pasar a formar parte de su aperitivo, aunque a día de hoy no hay constancia de ningún caso de una orca que se haya comido a una persona.