En 2006, la filóloga y escritora valenciana Laura Gallego se embarcó en una gira triunfal por toda España. Tanto ella como la editorial SM promocionaban Panteón, el tramo final de una de sus obras más exitosas. Memorias de Idhún fue un producto que Gallego concibió en su adolescencia y para el que empleó más de 10 años de elaboración. La saga de los tres soles y las tres lunas se tradujo a 15 idiomas, vendió más de un millón de ejemplares por todo el mundo e inauguró la era de esplendor que experimentaría la literatura juvenil en nuestro país durante los siguientes años.
A la escritora no se le puede acusar de tecnófoba. Un año antes de la fundación de Facebook, Gallego diseñó su propia foto para que los lectores pudiesen debatir sobre el universo idhunita. En declaraciones a El País presumía de su iniciativa: "Están registrados 7.000 adolescentes, 7.000 para hablar de literatura. Sí, esos que se supone que nunca leen nada".
Sin embargo, existía una línea roja que la valenciana tenía claro que no quería cruzar. "No va a haber versión cinematográfica de Memorias de Idhún", escribía tajante en un encuentro digital organizado por 20 Minutos. "Son 2.300 páginas de historia y dudo mucho que eso se pudiera llevar al cine sin cambiar o quitar buena parte del argumento, así que prefiero que las cosas se queden como están".
Los recelos de Gallego estaban justificados. Las desventuras del trío poliamoroso conformado por Jack, Victoria y Kirtash se prolongaban a través de tres realidades o universos diferentes. Solo en la Tierra los personajes viajan desde Madrid hasta Seattle, Tokio, un castillo alemán o el desierto del Sahara, entre otras localizaciones. Una pesadilla de producción a la que se le suman los ingentes efectos especiales que requeriría dar vida a Idhún en la pantalla grande. Un reto imposible de adaptar en -siendo muy optimistas- tres películas y un metraje menor de 10 horas.
Por suerte para la autora y el mundo audiovisual, este esplendor de las novelas juveniles coincidió con el auge de la ficción televisiva. Un paradigma que ha permitido romper con estructuras anquilosadas en cuestión de tiempo y presupuesto, pero también en la forma de narrar historias con personajes complejos. Pese a todo, a algunos pesos pesados del sector aún les cuesta aceptar el cambio:
Ya en 2017 se rumoreaba que Gallego había cedido los derechos de Memorias de Idhún a Movistar +. Sin embargo, ha sido finalmente Netflix quien adaptará la trilogía en una serie de animación. La primera temporada va a contar con 10 episodios de media hora cada uno y relatará los hechos acontecidos en la primera mitad de La Resistencia, el tomo inicial. La escritora tendrá control sobre la producción y los guiones, algo que los estudios de cine no le garantizaron hace diez años. La animación correrá a cargo de Estudio Fénix, quien realiza las novelas gráficas de Idhún desde 2009. Este formato libera a la adaptación de los límites presupuestarios que supondría un rodaje.
El anuncio ha provocado una oleada de nostalgia entre todos aquellos milenial que soñaron de niños con ver los seis astros de Idhún en pantalla. Sin embargo, también ha suscitado cautela. Idhún ofrece aspectos positivos como una vivencia naturalizada de la sexualidad entre sus protagonistas y una visión de las relaciones alejada de los estándares monógamos. Sin embargo, perpetúa unos estereotipos entre sus protagonistas masculinos que reflejan por momentos una relación tóxica de manual. Pese a la clara autonomía de su protagonista femenina, tanto Kirtash (acosador marginado y misterioso) como Jack (irascible, celoso) recuerdan a ratos a Crepúsculo y a sus protagonistas en sus dinámicas afectivo-amorosas.
Pero gran parte de esta suspicacia no se debe al contenido del texto. Muchos adultos actuales recuerdan aquellas películas que se dedicaron a destrozar sus referentes literarios a principios de los 2000. Hemos reunído a algunas de ellas, obviando las sagas más conocidas, para analizar la ola de adaptaciones fantásticas que se vivió a comienzos de siglo:
Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket (2004)
La generación Z no lo sabe, pero las desgracias de los huérfanos Baudelaire comenzaron mucho antes de que apareciesen Neil Patrick Harris y la serie de Netflix de 2017. En realidad, las tres primeras novelas de la saga de Daniel Handler fueron llevadas al cine a principios de milenio con resultados mixtos. La producción corrió a cargo de Nickelodeon, lo que contextualiza las altas dosis de comedia para maquillar una historia indudablemente cruenta. De alguna forma los productores consiguieron que el entonces cotizado Jude Law accediese a ser narrador y que Meryl Streep interpretase a la histriónica de la Tía Josephine. Al reparto se unió Jim Carrey -fantástico su Conde Olaf-, Timothy Spall y Emily Browning en su primer papel conocido. Pero la película no solo se nutre de buenos actores. La fotografía está firmada por el gran Emmanuel Lubezki (El renacido, Birdman, Gravity), la música corre a cargo de Thomas Newman (14 nominaciones a los Oscar) y el vestuario lo firma Colleen Atwood (12). Es probablemente el guión más infantil de la lista pero con el equipo de profesionales al que todas querrían aspirar.
Eragon (2006)
Las novelas de Christopher Paolini relatan las aventuras de un granjero llamado a ser un Jinete de Dragón y salvar el destino de su patria. La producción de la película comenzó con una anécdota ilustrativa del desastre que se avecinaba. Alex Pettyfer rechazó el papel de Eragon porque la mayor parte del rodaje acontecería en Hungría, y el anglo-americano tenía pánico a volar. Mal currículum para una peli que va literalmente sobre dragones voladores. Jeremy Irons y John Malkovich debieron de respirar aliviados cuando recibieron su cheque por esta pésima adaptación de la primera parte de El Legado. Personajes femeninos complejos como Arya o Nasuada son reducidas a la nada, o peor: una mera motivación del protagonista masculino para que éste logre sus propios objetivos. El guión se salta localizaciones, eventos y personajes clave pero no duda en recrearse durante la primera media hora en la irrelevancia de la vida de Eragon antes de comenzar su aventura. Muchos aún hoy niegan la existencia de esta película.
La Brújula Dorada (2007)
El caso de La brújula Dorada, una titulación libre de Luces del Norte, es especialmente sangrante. Las novelas de Phillip Pullman son muy oscuras: tocan temas como el rechazo paterno a los hijos, critican sin complejos a la Iglesia Católica (con referencias explícitas a los casos de pederastia) y reflexionan sobre el propósito de la vida y la naturaleza del universo. La huida de Lyra Belaqua hacia el Norte en un universo paralelo al nuestro está bien planteada y cuenta con actores solventes (Nicole Kidman y Eva Green están estupendas como la Señora Coulter y la bruja Serafina Pekkala). Sin embargo, guión y producción no confían en que su público sea inteligente e infantilizan el manuscrito hasta pervertir su significado original: tratar a los niños como adultos en un mundo que intenta hacerles daño. Pero traemos buenas noticias: la BBC y HBO preparan una nueva adaptación de la trilogía de culto. Tom Hopper (La chica danesa, El discurso del rey) dirigirá los dos primeros capítulos de una serie que ya tiene confirmadas dos temporadas. La madrileña Dafne Keen dará vida a la nueva y mejorada versión de Lyra.
Un puente hacia Terabithia (2007)
Un clásico para romperte el corazón. Josh Hutcherson (Los Juegos del Hambre) pronosticaba con esta película su filón por las pelis para adolescentes. La premisa es un clásico: la historia de dos inadaptados al instituto con personalidades opuestas que crean una realidad paralela para huir de la vida real. Su autora, Katherine Paterson, escribe este libro en los años 70 para canalizar el trauma de su hijo tras la muerte de su mejor amiga. Deprimente, sí, pero no menos que alguna de estas adaptaciones.
Corazón de Tinta (2008)
La trilogía de la alemana Cornelia Funke posee una calidad extraordinaria. La escritora comparte el mismo amor por los libros que los entrañables personajes de Meggie, Mo, la tía Elinor, el escritor Fenoglio... Una lectura recomendable para cualquier niño y adulto y una adaptación susceptible de evitar a toda costa. Cuando Brendan Fraser pasa de hacer la tercera película de la Momia a interpretar a un encuadernador viudo, sabes que todo va a ir cuesta abajo y sin frenos. Bonus: Helen Mirren a lomos de un unicornio en las escenas finales.
Mañana, cuando la guerra empiece (2010)
Australia obtiene representación en esta distopía sobre un grupo de adolescentes a quienes las hormonas y la Tercera Guerra Mundial les pilla desprevenidos y aislados en una hondonada. (Como en todos los rincones de Australia, la hondonada en cuestión contiene un bicho potencialmente mortal para el ser humano). Aparece Pheobe Tonkin, a quien todos los milénicos reconocerán por esta otra serie de culto. La adaptación corre a cargo del guionista de La maldición de la Perla Negra, la primera parte de Piratas del Caribe. John Mardsen escribió siete libros, pero como suele suceder, las ganas y el presupuesto solo dieron para un largometraje.
Y próximamente... Artemis Fowl (2019)
Con Fowl no se juega. Eoin Colfer aglutinó toda la mitología irlandesa y le dio la vuelta por completo para elaborar una historia ciberpunk sobre un genio precoz que pretende usar la magia de los elfos para su propio beneficio... y de paso curar a su madre enferma. Los protagonistas destilan sarcasmo y mala leche por los cuatro costados, algo que no parece que vaya a suceder en la próxima película de Disney. Como dirige Kenneth Branagh, habrá que darle una oportunidad. Pese a tantas decepciones vividas, los mileniales no aprendemos.
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