Hoy escribo estas líneas, pero hace unos días me ganaba el dinero de otra manera. Trabajaba, sobre todo los fines de semana, como camarera de eventos, en un catering. Trabajaba unas cuantas horas y al final de mes tenía unos pequeños ingresos para mis cosas y viajes. Aparte de dinero, después de cuatro temporadas obtuve varios masters en paciencia, educación y arte dramático.
Empieza la temporada alta de bodas, donde todos nos reunimos con las mismas ganas de comer, beber, bailar y lo que surja gratis (bueno, eso a medias…) y más de uno ya tendrá un par de bodas apuntadas en su agenda. Pero en esos eventos, hay alguien que no se lo pasa tan bien y detrás de esto hay algunas actitudes de los invitados que son las claras culpables. Si en tu próxima boda quieres contribuir a una mejor experiencia cliente-servicio, esto es lo que debes evitar ser.
1. Los que beben más de la cuenta
Siempre que decía a que me dedicaba me respondían: "Buff, lo peor deben de ser los borrachos". Pues he de decir que no. Suelen hacerte gracias más que molestarte. Pero lo malo de la bebida es que a medida que pasa la noche, la gente vocaliza cada vez menos, por lo que es más difícil entender qué te están pidiendo. Además, empiezan a pedir chupitos y copas en nombre de otros amigos que no quieren en ningún momento seguirles el ritmo porque, total -razonan- es gratis. Consecuencia de ello, el camarero pierde tiempo en servir copas de más, que acabarán olvidadas en la barra o en algún rincón sin dueño.
2. Los que no aciertan el momento de pedir
En las bodas, la gente se corta a la hora de comer. Existe una norma no escrita que afirma que es de mala educación comer más que el resto. Muchos invitados comparten mesa con gente desconocida y se cortan a la hora de las cantidades. Son capaces de morir de hambre o de comer a escondidas con tal de dar una buena imagen. Os digo de verdad que es una tontería. En cuanto uno decida coger más o repetir, todos en fila lo harán. Así que si os apetece, adelante. Además, los camareros lo preferimos, porque nos ahorramos tener que volver.
3. Fumadores
Lo primero de todo es que hay que dejar claro que soy fumadora y entiendo lo que llaman el mono o el piti social. Pero hay dos cosas que como camarera y fumadora no puedo entender. La primera, que existen ceniceros y si no hay será porque seguramente en ese sitio no se pueda fumar. Dejemos a un lado los ceniceros caseros: colillas en los vasos, tazas, encima de las mesas… Huele mal y es un poco asqueroso. Más aún recogerlo. La segunda es cuando los fumadores desaparecen para darle al vicio y la mesa se convierte en un mesa fantasma. Pero eso no supone ningún problema siempre y cuando al sentarte de nuevo no reclames todo lo que te hayas perdido. Es decir, repetir, postres, cafés y/o copas. La vida es todo aquello que pasa mientras fumas.
4. Los que se dedican al diseño de interiores
Todo en esta vida tiene un orden y un porqué, y las mesas y sillas en un salón también. A todos nos apetece estar junto a toda la familia, todos los amigos de la infancia en una misma mesa... Pero, si no estáis juntos, siento comunicarte que seguramente sea por espacio. Así que si queremos un buen servicio y que estemos cómodos, no lo hagas. Seguramente sea un sitio por donde pasemos los camareros y puede ser que tu bonito estilismo se vea perjudicado porque se nos caiga algo encima.
5. Los de "la última…"
Las famosas frases como "la última copa", "la última canción", "otra, ooootra…", en efecto, suelen tener éxito. Pero una vez y no más. Siempre va a ser así. Por mucho que insistan los invitados, si los novios no deciden pagar una hora más, no se va a alargar mucho más la noche. Recuerdo siempre que la frase más efectiva para acallar esos reclamos era "los autobuses se van". La gente no está dispuesta a pagar un taxi por una canción más, porque copa, hazme caso, no va a haber. Pero todo esto siempre está unido a la guerra de retirar el vaso con la última copa. A todos nos gusta el último trago, pero hasta que tú no decidas dármelo yo no voy a terminar de recoger y por tanto saldré más tarde. Como a ti, a tampoco me gusta salir más tarde de mi trabajo.
6. Los que chistan
La RAE define el verbo chistar como "llamar la atención de alguien con el sonido chist". Pero yo lo definiría como el sonido irritante y maleducado que utilizan los clientes para hacer una petición. Entiendo que mi nombre nadie lo sepa, pero yo el de ellos tampoco. Un "perdone, disculpe…". De verdad,el chist es un sonido irritante que a todos nos hace recordar a cuando llamamos a un perro. Es y será lo que más odie. Pero, como se ha dicho siempre, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y eso me prometí a mi misma: cada vez que me chisten nunca me giraré ni haré caso. Además, al hacer ese sonido, más que llamar mi atención vas a llamar a mi desprecio.
A pesar de estas cosas, siempre he tenido muy buen recuerdo de muchos invitados, pero en especial de los compañeros y jefes que consiguen que cuando suceden estas cosas seamos capaces de contar hasta diez y que la sonrisa vuelva a nuestra boca. Así que ¡que arranqué un año más la gran celebración del amor!