El modo incógnito de los navegadores supone una tabla de salvación para todas aquellas personas que tienen pudor a la hora de ver contenido pornográfico en internet. Una especie de parapeto que, hasta el momento, todos dábamos por supuesto que protegía nuestra intimidad. Sin embargo, una investigación ha demostrado que nuestros datos más personales también acaban en manos de las grandes corporaciones de Silicon Valley.
El estudio, que se ha publicado este mes de julio, lo ha elaborado un equipo de investigadores de Microsoft, la Universidad de Carnegie Mellon y la Universidad de Pensilvania. Ellos han analizado durante 2018 un total de 22.484 sitios web de pornografía con webXray, un recurso para encontrar herramientas de rastreo y software que proporciona datos a terceros demostrando que empresas como Google o Facebook están nutriéndose de nuestros datos de navegación aunque queramos pasar desapercibidos, un extremo muy grave que ha criticado duramente la autora principal de la investigación, Elena Maris, en The New York Times.
Para ella, estas páginas "tendrían que pensar más en los datos que poseen y que estos son tan sensibles como, por ejemplo, la información médica. La protección de estos datos es crucial para la seguridad de sus visitantes y lo que hemos comprobado es que estos sitios web no han pensado en ello como deberían haberlo hecho".
Los rastreadores secretos de Google y Facebook
El estudio determina que un 93% de las páginas que han escaneado envían datos a una media de siete lugares web que nada tienen que ver con el contenido que está visitando el usuario y un 79% de esa información la han conseguido a través de las famosas cookies y otros mecanismos de píxeles invisibles.
Se trata de rastreadores incrustados que ayudan a los sitios a identificar y clasificar a los visitantes frecuentes. Es decir, registran nuestras preferencias y, en función de ello, administran la publicidad que nos llega para que los mensajes promocionales sean lo más personalizados posible. Lo que nos pasa a diario cuando navegamos normalmente, pero con la salvedad de que, al estar en modo incógnito, se supone que no estamos dando nuestro consentimiento para ello por defecto.
La investigación ha detallado que Google, a través de su compañía subsidiaria DoubleClick, poseía este tipo de rastreadores en el 74% de las páginas porno. Por su parte, la empresa de software Oracle los incrusta en el 24% y Facebook, que no acepta ni siquiera la foto de una madre dándole el pecho a sus hijos, también los tenía en el 10% de los sitios analizados. Ojo, solo el 17% de las 22.484 webs analizadas están encriptadas y, por lo tanto, son vulnerables a ciberataques.
¿Para qué usan estos datos?
Como decíamos, las páginas a las que accedemos a diario nos tienen que advertir por ley que nos están rastreando con las cookies y explicarnos qué van a hacer con esos datos de navegación. La mayoría los recopila con fines publicitarios y las plataformas de medición de tráfico argumentan que son anónimos; pero, en el caso de los sitios de pornografía, no sabemos qué estarían haciendo con este tipo de datos tan sensibles.
El periódico estadounidense asegura que tanto Facebook como Google han negado que la información recopilada en las páginas de contenido adulto sirva para crear perfiles de marketing. Un responsable del buscador afirmó que "no permitimos anuncios en estos sitios web y prohibimos la publicidad personalizada y los perfiles sexuales basados en los intereses sexuales de un usuario" y, por su parte, desde la red social también han negado la mayor.
No obstante, los investigadores han descubierto que los visitantes de la mayoría de páginas sexuales no tienen forma de saber si una compañía tecnológica tiene cookies u otro tipo de rastreadores integrados y solamente han podido leer las políticas de privacidad del 17%.
No es no también en internet
Quizás todo esto pueda parecernos un poco alarmista, pero la doctora Maris establece un paralelismo revelador. El 45% de las URL -la nomenclatura de la dirección de la página web-, "muestran o sugieren en gran medida qué tipo de contenido ofrece el sitio" y, al ser tan explícito, podrían desvelar, por ejemplo, la identidad u orientación sexual de los visitantes. La investigadora cita casos como el de intereses específicos de zoofilia o incesto.
Así, considera la doctora que esto es similar al problema del consentimiento sexual. "Como en cualquier interacción sexual entre personas el silencio no debe confundirse con el consentimiento. Las personas tendrían que tener una idea clara la dinámica de poder del intercambio al que están accediendo solo por entrar en estos sitios web de pornografía". Una relación de poder muy desequilibrada entre un usuario y una gran compañía de tecnología. "Aquí están algunas de las empresas más poderosas del mundo y hay muy poca reparación para el consumidor si los datos terminan en manos equivocadas".
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