Si de algo podemos sentirnos orgullosos en nuestro país es de los cuidados sanitarios que les estamos proporcionando a nuestros mayores a pesar del colapso. Imágenes de ancianos recibiendo el alta a diario nos llenan de esperanza y emoción, como también nos infunde rabia e impotencia ver cómo las residencias se convierten en una auténtica trampa mortal para ellos.
Los protocolos que han tenido que ir activando los responsables de estos centros pasan por confinar a los usuarios en sus habitaciones y allí es donde duermen, comen, se asean y pasan el día como pueden. Las zonas comunes están cerradas por precaución: ya no hay talleres, ni sesiones de fisioterapia, ni fiestas temáticas, ni visitas de familiares. La vida se ha detenido para ellos.
Se trata de un colectivo al que le afectan muchísimo los cambios de rutinas, por eso una mayoría de ancianos están sufriendo mucha desorientación y no saben qué hora ni qué día es desde que todo esto ha empezado. Por si fuera poco, tampoco pueden entretenerse con radio o televisión porque la información sobre la pandemia lo ha inundado prácticamente todo.
La vida de Marisa
Esta es la fotografía común a la mayoría de residencias de mayores que procuran blindarse contra el coronavirus; pero ¿qué es lo que están sintiendo y pensando sus habitantes? El dietista, nutricionista y divulgador Daniel Ursúa ha hilvanado un hilo en el que es capaz de transmitirnos el trance por el que están pasando nuestros abuelos.
Lo hace sirviéndose de Marisa, una mujer mayor que ha visto cómo sus rutinas han estallado en mil pedazos por algo que no acierta a comprender:
Pensando en todas esas Marisas, Daniel lanza una petición a los medios aunque sepa que "las audiencias mandan":
Ojalá que alguien recoja este guante.
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