En las últimas semanas hemos asistido a varios linchamientos en redes sociales dirigidos a algunos personajes públicos que habían cometido el pecado de cuestionar la gestión del Gobierno en la crisis sanitaria, en algunos casos, o apoyar algunas de sus medidas, en otros. Los últimos en ser carne de cañón han sido Inés Arrimadas, por su apoyo a la prórroga del estado de alarma, o el tenista Rafa Nadal, que ha tenido que soportar días de insultos y burlas por dar su opinión sobre los "errores" del Ejecutivo.
Un contexto, el que vivimos, peligroso para la libertad de expresión. Ese bien inmaterial que deberíamos de cuidar entre todos pero, a la vista está, muchos esgrimen como propio cuando les conviene y se lo niegan al enemigo. Algunas voces se han erguido para alertar sobre lo que está ocurriendo y el riesgo que entraña para preservar la salud de nuestra sociedad.
Una de ellas ha sido la de Arturo Pérez-Reverte. El escritor, que cuando se despacha a gusto sube el pan y recibe cientos de críticas con las que lidia a la perfección, ha llamado la atención sobre lo que considera una falta de "libertad de pensamiento" en nuestro país, asegurando que el que se sale de la norma recibe un "linchamiento mediático sectario":
Así, después de soltar algo que no pocos pensaban, se despedía Reverte hasta nuevo aviso, dejando tras de sí un reguero de aplausos de sus seguidores:
Uno de ellos, además, le preguntó si él mismo se sentía reprimido:
Y esta fue la contestación de don Arturo:
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