El común de los mortales nunca se había puesto una mascarilla hasta el pasado mes de marzo, pero ahora nos hemos vuelto auténticos expertos -o, al menos, eso es lo que queremos creer. Sin embargo, que nos den gato por liebre es más fácil de lo que parece, sobre todo si nos preocupamos más por la estética que por la protección que deben garantizarnos para que nos movamos con seguridad en nuestro día a día.
Las mascarillas que se empleaban tanto en el ámbito sanitario como en otros sectores laborales ya tenían su propia clasificación según su nivel de protección. Pero ahora que su uso se ha democratizado como consecuencia de la pandemia, se ha establecido una nueva tipología: la UNE 0064 y 0065 que recogen la especificación de las conocidas como mascarillas higiénicas yse agrupan a las desechables y reutilizables. Vamos, las básicas que usamos la población a diario.
Pero incluso contar con uno de estos certificados no garantiza la protección, y esto es lo que ha denunciado el químico, escritor y divulgador científico Luis Jiménez, más conocido como Centinel, a quien le llegó una mascarilla que más que un EPI parecía un auténtico colador y así lo ha demostrado.
"Mascarillas quitamultas"
Lo ha contado paso a paso en su cuenta de Twitter y en su blog: "Este producto se ha vuelto muy popular gracias a la potente campaña de márketing y a sus características, ser semitransparente y de alta respirabilidad".
Aclarando que "todo esto son experimentos caseros y que la única forma de saber si una mascarilla cumple especificaciones UNE 0065 es mediante ensayos", Jiménez ha realizado diferentes pruebas en las que parece evidente que su capacidad de contención es muy limitada porque puede ser atravesada por pelo, espray y agua:
Aunque no se trate de ningún experimento definitivo, lo cierto es que las imágenes hablan por sí solas y han suscitado reacciones como estas: