En el top cinco de los trabajos más odiados por los españoles podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, que los funcionarios que sustentan el tedio de la burocracia al otro lado de sus ventanillas ocupan el primer puesto de la lista. Le siguen de cerca otros empleos que están de cara al público, entre ellos el del personal que trabaja en los aeropuertos, a los que responsabilizamos de cuestiones que muchas de las veces se les escapan.
Son ellos los que aguantan nuestras broncas cuando el avión acumula un retraso, por ejemplo, o cuando las aerolíneas abusan hasta el límite la ley para cobrarnos hasta el último céntimo. Tampoco les mostramos nuestra mejor sonrisa cuando nos recuerdan que no podemos subir a bordo tantas maletas sin facturar y nos obligan a pasar por caja. Estos trabajadores suelen tener callo y no perder los nervios ante la avalancha de quejas, pero a veces sucumben.
Ahora una azafata tuitera ha querido abrir un hilo que va a ir alimentando puntualmente con las anécdotas que ha vivido cuando trabajaba en una aerolínea low-cost y las dos primeras ya han enganchado al público como si de una serie de ficción se tratara. Tacirupeca ha contado, con pelos y señales, cómo se las gastaba con los clientes hasta que sus propios compañeros la hubiesen rebautizado con el mote de "enana cabrona":
Ha explicado que ella formaba parte del personal de tierra porque su estatura le impedía llegar a los compartimentos de las maletas, así que trabajaba para una Empresa de Trabajo Temporal contratada, a su vez, por una subcontrata que se encargaba de la facturación y los embarques:
Recibiendo una formación de unos 30 minutos, la tuitera se quedó sola ante el peligro comprobando que ninguno de los pasajeros leía las condiciones del vuelo en el correo electrónico que les enviaban con anterioridad y ahí llegaban las discusiones:
Quedarse sin volar, tanto si te ibas de vacaciones como si regresabas a casa o acudías a una reunión, no es una experiencia nada recomendable. Por eso, la tuitera ha narrado hasta dónde han sido capaces de llegar por no perder su vuelo:
En poco tiempo la "chica de facturación" se acabó llamando "la enana cabrona" para seguir siendo inflexible en su puesto, sin apiadarse de nadie:
Además, ni siquiera se venía abajo cuando amenazaban con ponerle una hoja de reclamación:
De hecho, incluso se ha crecido siendo el motivo de la reclamación, como con este golfista:
Tacirupeca continúa en su cuenta de Twitter añadiendo historias al hilo que ya ha recibido miles de aplausos en la red social.