Quizás no se hable lo suficiente, pero no llega oficialmente el verano hasta que se hace viral una publicación en Twitter hablando de madrileñofobia, esto es así. Que en Madrid vivan más de 6 millones de personas y estén a 40 grados en los meses estivales explica que buena parte de ellos huyan sin mirar atrás y se desplieguen por el resto de la península, algunas veces con exigencias, sobre todo en los municipios costeros, buscando un poco de fresco y el chapuzón reglamentario.
Las otras provincias de la meseta siguen el mismo rumbo, creándose una masificación de gente con un acento parecido ―sí, amigos, el acento de Madrid existe aunque no os lo notéis― que llenan los pueblos y en éstos se les mete en el mismo saco: madrileños todos. "Ya están aquí los madrileños" es lo que antaño fue el posado de Ana Obregón en bikini: el pistoletazo al estío. Los locales suelen tomárselo con filosofía, pero en ocasiones este aluvión de veraneantes les supone más de un problema.
Generalizar es siempre injusto porque los idiotas están en todas partes, pero las personas sensatas también; sin embargo, cuando queremos hablar sobre el comportamiento de una masa de gente debemos ponerle un nombre. Así, es normal hablar de madrileños, gallegos o catalanes como si fuesen un grupo homogéneo de gente a sabiendas que no lo son. Aclarado este #NotAllMadrileños, vayamos a lo que nos ocupa: el hilo del periodista madrileño Héctor Alonso que se ha hecho viral este pasado viernes.
"Nos llaman fodechinchos"
Alonso ha reflexionado sobre lo que considera "odio a los madrileños" que, dice, "parece que se ha convertido en un deporte en Twitter". Explica que sus vacaciones las pasaba de niño en Cáceres y el País Vasco y "siempre había coñas con los madrileños, pero se quedaban en eso, coñas", poniendo ejemplo de estas gracietas cuando le decían "chulo" o que "no habíamos visto nunca una vaca"; no obstante, ahora cree que hay madrileñofobia:
Sin embargo, dice el periodista, "desde la pandemia empecé a percibir que la cosa iba a más" y recuerda que "se llegó a decir que estábamos esparciendo el Covid por toda España", mostrándose especialmente sorprendido por "el odio de muchos gallegos, jamás pensé que podíamos caer tan mal a los gallegos". Añade que en Galicia les llaman "fodechinchos" aunque este apodo, precisamos, no es exclusiva de madrileños sino de todo tipo de visitantes irrespetuosos con el patrimonio natural o cultural, el idioma, las costumbres o la convivencia:
Asegura que él vive en un barrio turístico de Madrid "y me importa un pepino de dónde son los turistas que vienen a mi barrio, no me fijo de dónde son para cagarme en su comunidad de origen, si me preguntan por una dirección soy amable", dice. Para poner un ejemplo, relata que una pareja aparcó en su calle y no eran madrileños, así que le preguntaron si les iban a multar y él, como podían arriesgarse a sanción, se ofreció para "tramitar una invitación metiendo la matrícula en la aplicación del móvil":
En cambio, lamenta, "no estoy seguro de que si eso le pasara a un madrileño en otra comunidad alguien haría lo mismo", argumentando que "veo fotos de coches sumergidos por la subida de la marea en Galicia y solo hay comentarios de burla": "Que se jodan, que son madrileños, y luego hago la foto", valora, antes de finalizar diciendo que "no suelo leer tuits de madrileños llamando 'escoria' a todos los habitantes de Vitoria, Ferrol o Alicante".
"Nos hemos convertido en una especie de chivo expiatorio", sostiene Héctor Alonso, concluyendo un hilo que ha alcanzado cientos de miles de cuentas en Twitter y no pocas réplicas. Además de especificarle que "fodechincho" no está dedicada en exclusiva a la gente de Madrid, incluso algunos madrileños han afeado el comportamiento "de conquistadores" que muestran cuando salen de su ciudad, "con aires de superioridad", porque "se creen el centro del mundo" y "lo miden todo en Bernabeus".
Además, hay muchos comentarios haciendo alusión a Isabel Díaz Ayuso, al "ombliguismo" de Madrid y a la ausencia de modales de alguna gente. En Galicia, al ser una comunidad en la que muchos madrileños tienen una segunda residencia, se constató que en los primeros coletazos del Covid, cuando no se podía salir de la provincia y la capital era el epicentro del coronavirus, no pocos se saltaron las normas a la torera y tiraron para el norte, con la consecuente indignación de los gallegos.
Quizás este es el motivo por el que Alonso notó un incremento de las tiranteces desde la pandemia. En cuanto a su comparación con los turistas que aparcaron en su calle, la diferencia principal reside en que ellos preguntaron si estaban correctamente aparcados, mientras que aquellos que dejan sus vehículos en las rampas de los muelles gallegos sin saber que la marea sube, no suelen preguntar ni escuchar a los vecinos y, es más, puede que incluso estacionen pensando "qué boba es esta gente, mira que sitio más guapo y está vacío". Tal vez esto explique también las mofas.
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