Se dice que si deseas algo, al final puede cumplirse. No siempre es así, pero quizás la infancia es un mal momento para desvelar el engaño. Por eso, al niño Theo le tocó estar en el lado de la fantasía. Seguir alimentando un espíritu de ilusión sin manchas. Con cuatro años, este niño soñaba con tener el juguete de su animal preferido.

¿Cuál era ese animal? Pues no se trataba ni de un osito ni de una tortuga de peluche. Después de ver la película Dinosaur quería algo como lo que salía en la pantalla. Uno de estos ejemplares de una especie prehistórica, extinguida, que suelen poblar ficciones y libros con ilustraciones. Theo esperaba jugar con algo así, imaginar épocas del pasado.

Y expresó su anhelo. Su padre, empeñado en cumplir la voluntad de su hijo, se puso manos a la obra. Y quizás se le fue, precisamente, de esas manos. Lo que descubrió superaba con creces aquel antojo infantil. El progenitor, llamado Andre Bisson, buscó por internet y dio con un comercio inesperado. 

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Siendo vecinos de la isla de Guernsey -perteneciente al Reino Unido y situada entre Francia e Inglaterra, en el Canal de la Mancha- tenía complicado un envío. La ubicación remota dificultaba la adquisición: las tiendas escasean y no es fácil solicitar cualquier objeto. Pero apareció una solución ingeniosa: la madre del niño vio que el parque temático Tamba Park justo vendía figuras de este animal.

Bissen no dudó. Las figuras tenían unas dimensiones inesperadas y un precio fuera de sus cálculos, pero se lanzó. El padre realizó la compra por 1.300 dólares (unos 1.200 euros) y suspiró por como reaccionaría su hijo. Aparte, dio fe del acto en Facebook, donde iba publicando el avance en las llamadas 'Dino News'.

La historia iba más allá. El objeto que había comprado medía seis metros y no era fácil de transportar. Así que el regalo de Navidad se demoraba. La espera fue larga debido a imprevistos. Hasta que aparecieron las grúas: el camión que iba a desplazar al dinosaurio no podía y tuvieron que encargarse vehículos mayores.

Al final llegó. Y fue apoteósico: apenas cabía en el jardín. Bautizado como 'Chaz', la familia ubicó al dinosaurio en el jardín. Su espacio era justo para que entrara la figura. En las fotos publicadas y en un vídeo colgado en la red social se ve cómo lo descargan y cómo el pequeño juega con él: lo balancea gracias a una cuerda, se intenta subir... 

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Y mientras el padre iba dando el parte de esta odisea, Theo esperaba. También "el pequeño Dave", un recién nacido. El dinosaurio, que había sido adquirido como un regalo deseado, superó todas las expectativas de tamaño. Y no pudo ir a su lugar inicial, que era el baño, sino ser un habitante del pequeño jardín de la casa.

Esta aventura fue narrada hace tiempo, y ahora se ha vuelto viral otra vez por la recuperación de las grabaciones donde el niño juega entusiasmado. Este tipo de sorpresas no pasa de moda, hasta que, quizás, para Theo pase a ser una anécdota y no un deseo conseguido.