Los cruceros son una opción para viajar que, aunque no muy amigable con el medioambiente ni siempre bien recibida, cada vez elige más gente. Los precios han bajado, las condiciones han mejorado y los destinos se multiplican. Para quien elige subirse como pasajero, las atracciones son múltiples: bufé de comida, piscinas, pistas de fútbol o atletismo... Un auténtico parque de atracciones que encima se mueve y te deja en los lugares que explorar.
Este tipo de espacios, sin embargo, son otra cosa para quienes trabajan dentro y no bajan entre destinos. Una tripulación numerosa se reúne en ciudades flotantes. Se requieren camareros, cantantes, artistas, limpiadores, animadores, socorristas... La lista es extensa. Algunos de los que trabajan en esto aprovechan para relatar lo que ocurre dentro.
Uno de ellos es el colombiano Emmanuel, que utiliza su red social de Instagram, donde tiene 142.000 seguidores, para contar cómo es la vida de un trabajador de cruceros. Cada poco tiempo responde a las preguntas de curiosos que dudan sobre cómo o dónde duermen los trabajadores, sobre cómo es el día a día o sobre temas más escabrosos e íntimos.
Hace unos días hacía un vídeo junto a la usuaria Luli Bertelotti, otra empleada en este tipo de barcos. Juntos contaban cómo es tener un amor en el crucero, reflexionaban sobre si harían este trabajo para toda la vida o sobre qué pasaba si se moría alguien dentro del barco.
"¿Qué pasa cuando fallece un pasajero o tripulante dentro del barco? ¿Hay morgue?", les preguntaban. "Hay una morgue y en el siguiente puerto bajan al cuerpo", explicaba Luli, la compañera del colombiano, en el vídeo. Al mismo tiempo, exponía una anécdota personal: "A mí una vez me pasó que estaba por el pasillo principal y estaban todos señalando para que me metiera y dejara despejado. Me metí en el pasillito y vi cómo pasaba con la camilla y la lona negra. Fue retriste. Hay mucha gente mayor que sabe pues que puede morir", cavilaba.
Más barato que una residencia
Sin miedo a estas eventualidades, hay una pareja mayor que vive sirve de ejemplo contrario. Marty y Jess Ansen son una pareja de jubilados australianos que decidió, tras darse por terminada la difícil etapa de total influencia de la COVID-19 en su país y en el mundo, disfrutar de la vida. Se lo tomaron muy en serio. Una empresa que se han tomado muy en serio y les ha convertido en los actores principales de uno de los viajes más largos de la historia.
Esta pareja ya acumula más de 15 meses de viaje y hasta 51 cruceros encadenados de manera consecutiva, se han convertido ya en un miembro más de las tripulaciones. De hecho, han permanecido más tiempo en esos barcos que los propios trabajadores que ejercen sus funciones en ellos. Y están encantados con su nueva forma de vida: no sólo se divierten, sino que aseguran que les sale más barato que una residencia. "¿Dónde más puedes ir a cenar, a un show y después a bailar?", se preguntaban, añadiendo otra ventaja: "tampoco nos tenemos que hacer la cama".
Muchas personas ven, no obstante, inconvenientes en este tipo de vida, como alejarse de su familia tanto tiempo. Sin embargo, Marty y Jess han aprendido a gestionarse con una fiabilidad increíble. Concretan sus viajes cerca de la residencia de algunos familiares y aprovechan cuando el barco hace una parada para realizar las tradicionales visitas a sus seres queridos antes de ponerse de nuevo en marcha para proseguir con su aventura marina.