¿Te suenan las siglas SPF? Responden a las iniciales de "Sun Protection Factor", que dicho en español significa Factor de Protección Solar. Para que lo visualices mejor, este baremo es lo que indica el número que aparece en las cremas solares, y generalmente suele ser de 30 o de 50.

La leyenda urbana dice que tales núneros responden a los minutos de protección contra el sol con los que puedes aguantar con dicha crema, es decir, si te das la de 30, durarás 30 minutos sin quemarte, del mismo modo que si lo haces con la de 50 aguantarás otros tantos.

Pues bien, esta teoría, aunque muy extendida, no es correcta. Nos lo explica el farmacéutico Álvaro González, autor del libro "Nadie nace sabiendo", en cuya cuenta de Instagram, seguida por más de un millón de usuarios, comparte curiosidades, datos sorprendentes e información de interés sobre salud, sexología y bienestar.

De este modo, Álvaro Fernández nos cuenta que cada piel ya tiene una protección de por sí, y que normalmente cuanto más morena es una persona más tardará en hacerle efecto los rayos del sol. "Si eres muy blanco y te pones al sol sin protección solar, pues a lo mejor tardas 5 minutos en empezarte a quemar. Si eres más moreno, pues a lo mejor tardas 10", comienza afirmando el divulgador para exponer con mayor claridad su postura.

"El SPF es un multiplicador de ese tiempo que tú tardas en empezarte a quemar de forma natural. Es decir, que si tú tardas cinco minutos en quemarte y usas una crema con factor de protección solar del 30, entonces tardarás cinco por treinta, es decir, 150 minutos en quemarte. Y si es del 50, pues tardarás cinco minutos por cincuenta, o sea, 220 minutos".

Como vemos, el índice de Factor de Protección Solar que vemos en las cremas no es el tiempo en sí que tienen efecto sobre la piel, sino un multiplicador. Ea más que omportante ser consciente de esto para que siempre sepamos el tiempo que podemos manejar sin sufrir riesgo de que el sol nos vaya a quemar. 

Tomar el sol sin protección es peligroso porque los rayos ultravioleta pueden dañar la piel, causando quemaduras solares, envejecimiento prematuro y aumentando el riesgo de cáncer de piel, como el melanoma. Además, la exposición prolongada a este tipo de rayos puede debilitar el sistema inmunológico y causar daños oculares, como cataratas.