Cuando agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional entraron el pasado jueves en el 19 de la calle Mirador de Rivas (Madrid) para rescatar a un joven que llevaba dos años retenido por su propio padre, la camilla sanitaria en la que pretendían desplazar al chico no corría por el pasillo: kilos y kilos de basura acumulada durante más de 20 años se lo impedían. Y sólo fue la antesala de lo que se encontrarían en una de las estancias de la casa.
Entre objetos inservibles, muebles rotos y más bolsas de basura se encontraba un chaval de origen indio atado a la cama en estado de desnutrición, deshidratación y desorientación tras haber sufrido malos tratos físicos y psicológicos durante los más de 700 días que llevaba secuestrado.
“Salió ayudado de varios auxiliares sanitarios cubierto de una manta térmica. No podía tenerse en pie, apenas caminar”. Así describe la escena uno de sus vecinos de esta localidad al este de Madrid que durante años ha mantenido una batalla judicial con el padre. Según fuentes policiales, el chico pesaba tan sólo 43 kilos pese a medir en torno a 1,80 metros de altura cuando dejó el cautiverio en una casa en estado de completo abandono.
La vivienda estaba protegida con rejas, aluminios y maderas que impedían que el mediano de tres hermanos pudiese salir. Fuera de ella, la dejadez era patente. De hecho, varios vecinos consultados por EL ESPAÑOL se mostraron durante la mañana del miércoles “sorprendidos” porque pensaban que en dicha casa no vivía nadie: “Yo paseo por aquí todos los días con mi perro y me ha extrañado siempre que no hubiese un cartel de ‘se vende o ‘se alquila’’. “No me creo que ahí pudiese vivir alguien”, añade.
Los que sí sabían que la vivienda estaba habitada eran sus vecinos colindantes. Los que residen a la derecha de la casa tuvieron que levantar hace años un muro para evitar el hedor que desprendía las decenas de desperdicios acumulados. Los de la izquierda, verdaderos “sufridores” de los ruidos, gritos y golpes que les llevan acompañado desde hace más de dos décadas, desde que esta familia se mudó a Rivas.
SALVADO GRACIAS A UN MAIL
Su vecino cuenta cómo después de que los agentes se llevasen al padre detenido y los servicios médicos al joven, el supuesto maltratador volvió a encerrarse en su casa el pasado sábado -dos días después de que irrumpiesen en la vivienda- tras ser puesto en libertad sin medidas cautelares por el titular del Juzgado Mixto número 3 de Arganda del Rey. “Sé que está ahí porque hemos escuchado más ruido, el otro día estaba con mi padre en la terraza y vi como abría la persiana para tirar basura por la ventana”.
“Esto es poco para lo que podía haber pasado. Me da pena por el chaval, lo ví en condiciones lamentables saliendo de la casa”. Abandonó su domicilio después de una investigación que se inició cuando la víctima de los hechos mandó un mail de auxilio a la Policía Nacional alertando sobre su situación. Facilitó también el contacto de su hermana, quien confirmó los hechos y la situación de peligro a los investigadores.
Ella, la mayor de tres hermanos, la menor de ellos y la madre hace tres años que ya no vivían en esa casa después de que la mujer denunciase a su marido por violencia de género y los servicios sociales se llevasen a las menores por abusar de ellas también. El secuestrado durante más de dos años decidió en aquel momento quedarse a vivir con el padre, con el que trabajaba en una tienda de servicios informáticos online.
Ni a qué se dedica el detenido son capaces de responder los vecinos del barrio. Ni eso, ni a prácticamente nada sobre la vida de esta familia debido a su carácter “nada sociable”. “En veinte años yo creo que lo he visto veinte veces, a una por año. No más”, explican a este diario.
CARRETILLAS DE BASURA ACUMULADA
Pese a que no conocían datos sobre padre e hijo, sí conocen, al menos sus vecinos directos, los hábitos a los que les tenía acostumbrado el cabeza de familia. “Acumulaba la basura en una carretilla pegada a la verja que da a la calle, daba golpes con un mazo en la pared cuando veíamos el fútbol o ponía música india a altas horas de la noche”. También hacía sonar una bocina: el día antes de su detención apretó el botón durante más de dos minutos seguidos. Aunque este vecino dice no haber oído nunca un grito, otra sí que afirma que los escuchó “algunas veces”.
Toda esta suciedad que el detenido acumulaba en su vivienda trajo al vecindario graves problemas de plagas: los roedores y las cucarachas se paseaban a sus anchas por las viviendas. “De estar cenando y ver una rata pasar por la fachada”, cuenta uno de los vecinos. A pesar de las numerosas denuncias interpuestas por los afectados, los cuerpos de seguridad nunca entraron a su casa para comprobar su situación.
“El jueves escuché un golpe y pensé: ‘Ya está otra vez dando golpes’. Y esta vez no era él, era la Guardia Civil irrumpiendo en su vivienda con un ariete”, afirma el vecino de la casa colindante. Poco después salió de la vivienda el chico, desnutrido, arrastrándose y con sus 43 kilos envueltos en una manta térmica. No volvió al calabozo. Su secuestrador, sí.