"Rechazo, repulsa y tolerancia cero". En el Día Internacional contra la Violencia de Género que se celebra este viernes 25, la sociedad en su conjunto lanza un mensaje unívoco para ganar esta batalla contra una forma de terrorismo que, en lo que llevamos de año, se ha cobrado la vida de 39 mujeres, asesinadas por sus parejas o exparejas.
Cada gesto cuenta, cada gesto importa. Y buena prueba de ello es la iniciativa 'Una Vida Sin Violencia, Una Vida con Respeto', impulsada por Clece y a la que se han sumado los usuarios del Centro de Día Municipal Juan Pablo II de Madrid. Ellos han leído un manifiesto de "rotunda condena a esta lacra social", al tiempo que han lanzado un mensaje "de apoyo y ánimo a todas las mujeres que en algún momento han sido víctimas de violencia o que continúan viviendo esa opresión".
El acto, modesto pero muy sentido, tiene una significación especial. Las estadísticas señalan que la edad más habitual entre las víctimas de la violencia de género está entre los 31 y los 50 años (cerca del 60% del total), según las estadísticas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Buena parte del foco informativo se suele situar sobre esa parte de la población. Sin embargo, los números hablan de que este problema también afecta, y mucho, a gente mayor: otro tercio de las fallecidas tenían más de 51 años.
Los mayores y su derecho a "ser escuchados"
De ahí que el manifiesto sirva para reivindicar el papel de la tercera edad como "parte activa de la sociedad". Ellos son una voz más que autorizada en un asunto hacia el que sienten "la obligación de manifestarse" y de "exigir el derecho a ser escuchados".
El objetivo en este punto es similar al que perseguía Clece, según cuenta a EL ESPAÑOL Sara Saiz, su Jefa de Servicio, quien apunta "que la meta [para los mayores] es que no sean una parte de la sociedad desplazada por el mero hecho de ser mayor. Queremos incluirles en la sociedad activa, en el hoy por hoy".
Y lo cierto es que más allá de la lectura del comunicado, el debate palpita en la sala. Por supuesto, todos los usuarios del centro tienen su opinión acerca de un fenómeno del que están plenamente informados y para el que apuntan soluciones sencillas, basadas en su experiencia: "Apostamos por fomentar la educación en igualdad, eliminando estereotipos y enseñando que mujeres y hombres somos iguales desde nuestras diferencias", señalan.
Sensibilizar, concienciar, integrar
Ya la elección de la sede también es un mensaje en sí mismo porque el 'Centro de Día Municipal Juan Pablo II' es uno de los doce que gestiona Clece en la capital. Esta empresa, con más 70.000 trabajadores en todo el país, tiene en su plantilla cerca de un 10% de empleados que "proceden de colectivos desfavorecidos: personas con discapacidad, víctimas del terrorismo, de la violencia de género, etc", indica Eduardo Ortega, su Delegado Social: "No se trata de hacer caridad sino de dar empleo. A través del trabajo es como se dignifica a las personas".
Esta sensibilidad especial hacia temas de vulnerabilidad, que parte del compromiso propio, tuvo eco en la segunda parte del manifiesto, leído por una de las trabajadoras del centro. En el mismo también se condena la violencia de género y se muestra un sólido apoyo a las víctimas. Pero igualmente remarca la "necesidad de implicar al ámbito empresarial en la lucha contra la violencia contra las mujeres y la importancia de que las empresas y las administraciones públicas colaboraren para fomentar y apoyar iniciativas que se dirijan a la erradicación de estos comportamientos".
Aún queda mucho trabajo por hacer. Como reconoce Eduardo Ortega, generalmente "las víctimas de violencia de género tienen mala fama, entre comillas". Juicios, cuidar de hijos, ayudas... es muy importante estar al lado de estas personas en sus primeros pasos tras sufrir esta situación, porque la tarea va más allá de "sensibilizar y concienciar" sobre el problema a nivel general sino atender a lo más concreto. En, como apunta Ortega, "darles un ámbito para su integración y dotarlas de recursos". Para que continúen con una vida en la que nunca debieron ser víctimas.