Se busca: el Papá Noel que revienta y desvalija almacenes sigue suelto
La policía busca desde la Navidad de 2014 al grupo de encapuchados que asaltó un almacén de telefonía ataviado con pasamontañas y un gorro de Navidad. Volvieron cuatro días después para desvalijarlo.
29 diciembre, 2016 01:36La escena se vivió a tres días de Nochebuena, con el frío calando hondo y la Navidad de 2014 llamando a la puerta. Y desde entonces, la policía anda a la caza. Era domingo, nueve de la noche, y ocho encapuchados esperaban con pasamontañas junto al portón de un almacén del corredor del Henares, la zona industrial que une Guadalajara con Madrid. Era normal que por la zona no hubiera un alma. El fin de semana y la oscuridad de la noche hacían de aquello una zona cero por donde nadie pasaba.
Al otro lado del metal, cientos de teléfonos móviles se apilaban en una montaña de cajas. Las cámaras de seguridad recogen incluso la imagen de uno de los asaltantes con un gorro de pico rojo y pompón blanco. Un guiño a las fechas. Una señal de que Papá Noel esta vez no viene a dejar regalos. Sino a llevárselos.
El grupo tenía las tareas totalmente organizadas. Un conductor transportaba el coche que serviría de ariete, otro el coche de escape, y el resto, vigilaba a la espera de que se abriera la puerta, mientras los líderes del grupo daban con la mejor manera de romper la cerradura y acceder a la nave.
La operación se resuelve en menos de seis minutos. En ese tiempo, los asaltantes son capaces de romper el cierre de una de las puertas que dan acceso a la nave industrial, romper el cerrojo de la barra antialunizaje y empotrar contra la puerta un coche de gran cilindrada. ¿El material de trabajo? el paquete completo del caco: palancas, barras de hierro, pasamontañas, un coche robado y varios picos con los agotar la resistencia de puertas y candados.
Según las imágenes del golpe, a las que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, el vehículo necesita tres embestidas para romper por completo la puerta de entrada y dejar a la vista la mercancía, amontonada junto a la puerta. Semanas antes, un juzgado de la zona había decidido bloquearla ante la sospecha de que sus dueños utilizaban sin permiso el nombre de una conocida marca coreana. No era así. Pero mientras los agentes hacían sus pesquisas y los móviles quedaban precintados, los ladrones fueron más rápidos. En cinco minutos cargaron el vehículo de escape con las cajas y desaparecieron de la escena. En total, los ladrones se embolsaron más de mil teléfonos y tablets, por valor de 220.0000 euros.
A día de hoy, la mercancía todavía no ha sido localizada. Tampoco el Papá Noel que planeo el golpe.
Segundo atraco, cuatro días después
Cuatro días después, los atracadores volvieron al almacén de los teléfonos móviles. En la puerta quedaban todavía visibles las heridas del ataque anterior, y para evitar el acceso, los dueños colocaron -además de las medidas de seguridad habituales- un coche delante de la puerta.
Las cajas con la mercancía permanecían en el mismo lugar, ya que la orden del juzgado impedía incluso que fueran almacenadas en las estanterías de la nave industrial. Por aquel momento, nadie podía moverlas. Algunas noches, eran los propios dueños quienes montaban guardia frente a las cajas para evitar que fueran robadas de nuevo. pero no lo consiguieron
En esta segunda ocasión, el golpe es todavía más violento. En lugar de intentar quitar la barra de seguridad como en el anterior asalto, los ladrones retiran a empujones y con otro coche el vehículo aparcado en la entrada, para empotrar hasta en cuatro ocasiones una furgoneta contra la fachada. El resultado es visible golpe tras golpe. Además de los destrozos en la fachada, la furgoneta consigue doblar al cuarto golpe la barra antialunizaje y dejar la puerta completamente abierta para acceder a la mercancía.
Esta vez, la imagen es más descriptiva ya que la puerta se rompe hacia adentro. Así, la cámara graba un ejército de asaltantes coordinado que accede al interior de la nave industrial y en menos de tres minutos, llena de nuevo una furgoneta con el material. Las cajas que no están completas quedan esparcidas por el suelo mientras un inhibidor metido en una maleta permanece en el suelo toda la escena para evitar que salten las alarmas.