Carla ha elegido acercarse a la ciudad a través de lo oscuro, la sangre en las alcantarillas y las cabezas cortadas. Se ha hecho un hueco en la cuarta planta del Palacio de Cibeles, donde cada tres meses un artista mira a Madrid a su manera y lo plasma en forma de viñetas. Porque la ciudad es sol, tapas y sonrisas en la barra; pero también calaveras en el metro, cadáveres colgados en el balcón y amantes emparedadas en ladrillo. Carla Berrocal, novelista gráfica desde 2004, ha descubierto las calles a su manera, por el camino de lo “truculento”.
La novela gráfica es interpretar un poema de Lorca -Carla lo hizo con 'La reyerta'-, disfrazar de mujeres a los héroes de la literatura y entrevistar con dibujos y sin texto a un maestro de esgrima. Ahora, la historia es la leyenda negra de Madrid, que brilla en tonos naranjas tras la cristalera de Cibeles.
Entre tanta oscuridad, esta joven de sudadera gris y cazadora negra se ha tenido que quedar con cuatro leyendas, más bien con “cuatro verdades que se convirtieron en leyenda”. O quizá no, y sea al revés. “Esa es parte de la magia, la frontera en la que la realidad se difumina”. Descartar, dice Carla, ha sido “una pena”.
A la casa maldita de Antonio Grilo llegó saltando por encima del crimen de Fuencarral, el de aquella sirvienta que asesinó a su señora. “Tuvo impacto, sobre todo por su componente de clase social, pero no le encontré elementos demasiado oscuros, aunque los diarios se hincharon a vender periódicos”. Lo del “sastre”, en cambio, le pareció “brutal”. Fue en la década de los sesenta. Era un señor “normal, de vida solucionada”. “Asesinó a su familia y exhibió los cadáveres en el balcón, como trofeos. Después se pegó un tiro”. Y a partir de ahí la calle fue maldita por una sucesión de asesinatos: “La mujer que asesina a su bebé en un ataque de locura, el hombre muerto por un golpe de candelabro...”.
¿Por qué tanto naranja en las viñetas?
Era uno de los primeros colores que funcionaba en la imprenta, además del azul, el amarillo y el rojo. Creo que le da un toque como histórico.
Los dibujos son explícitos.
Sí, he jugado con el impacto visual. Aunque también hay que dosificarlo. Si te pasas de la raya, pierde sentido y no cumple su función.
La cabeza cortada del cura
El segundo mural es de la calle de la Cabeza. “¿Por qué se llama así? Tenía que haber una buena razón. Cerca de Gran Vía hay una cuya placa tiene un rinoceronte. Fue porque uno de esos animales se escapó del circo que había allí al lado. Con la Cabeza creí que encontraría algo bueno”.
Esta historia la encontró en el libro “Los secretos de Madrid”, de Carla Nieto. “Tiene algo de justicia divina, me encantó”. Un sacerdote con varios siervos. Uno de ellos, movido por la avaricia, lo asesina para quedarse con su fortuna. Huye de la ciudad, pero vuelve. Pasea por el mercado, cual rico, y compra el manjar de la época: una cabeza de cordero. La Policía le detiene. “¿Qué lleva en la bolsa que va chorreando sangre?”. Como por arte de magia, la cabeza que aparece es la del cura asesinado. Es arrestado y ejecutado. Todo ello en la misma calle, la de la Cabeza a partir de entonces.
¿Cuál es el proceso de creación?
Primero la documentación, los periódicos. Me fijo en la vestimenta de la época, los rostros… Después pienso una estructura: qué parte de la historia quiero contar, cuáles dejo fuera, el orden de las viñetas y el mensaje. Luego aboceto a lápiz. Por último, le doy el color, pero eso mediante un proceso digital.
En uno de sus artículos dice que muchas veces “un mal dibujo comunica mejor que uno bueno”. Esto generará debate en el gremio, ¿no?
Sí, pero es verdad. Un buen dibujo no es suficiente. Ocurre como con la comunicación oral. No todas las personas tienen un discurso magnético, capaz de enganchar. Tiene mucho de trabajo, pero también algo intrínseco a la propia persona.
¿Qué elementos trabaja usted intentar lograr esa comunicación?
Creo que es muy importante la jerarquía, la elección. ¿Qué parte de la historia dejo fuera? Es un producto conciso y seleccionar es importante. Es como una foto, cada uno encuadra la parte que quiere, pensando en sus virtudes.
La tercera y penúltima leyenda tiene que ver con el metro, en este caso con la parada de Tirso de Molina. “El subterráneo tiene muchas cosas. Una vez escuché que quien se queda a esperar diez veces la línea 5 se vuelve loco por culpa de un sonido horrible. Pero, ¿quién está tan loco precisamente como para quedarse todo ese tiempo en el anden?”, se ríe Carla.
En la parada de Tirso, cuando se llamaba “Progreso”, las obras descubrieron un cementerio de frailes “porque ahí estuvo un convento de La Merced”. Al descubrir los huesos, cuenta, no se les dio sepultura, se siguió adelante. A partir de ahí, la leyenda: “Se dice que a veces se escuchan lamentos y se ven curas fantasma paseando por el anden”.
¿Y la última? “La de la casa de las siete chimeneas, es la más conocida, pero no la quería dejar fuera. Es muy representativa”. En el mural, la amante de Felipe II, esposa del capitán Zapata, es asesinada porque el secretario del monarca decidió que aquel romance no debía seguir adelante. Aquella mujer, habitante de la casa de las siete chimeneas, fue asesinada y emparedada”.
¿A qué se refiere con que vivimos “la dictadura de que todo es dibujo”?
No sé, es una especie de capitalismo. Cualquiera puede hacer cualquier cosa. Yo no tengo capacidad para ser ingeniera, podría intentarlo, pero no funcionaría. El todo es dibujo quita valor a nuestro trabajo, a la formación, que es tan necesaria para esto. Quizá sea un tanto old school, pero es lo que pienso.