Hoy, en su día Internacional, vemos como a la mujer trabajadora aún le queda camino por recorrer. A pesar de lo avanzado en los últimos años, las mujeres siguen experimentando mayor riesgo de desempleo y ocupando empleos de peor calidad y con menos remuneración que sus compañeros. Según el último informe del Foro Económico Mundial la brecha salarial es de más de 14.000 euros anuales y según la CEOE hay menos de un 20% de mujeres entre los miembros de consejos de administración. Pese a todas estas diferencias, poco a poco los datos van mejorando, ya que la presencia de mujeres en puestos relevantes se ha triplicado en los últimos años.
Queda trabajo por delante
Además de la desigualdad laboral por razón de género, muchas mujeres tienen que superar las barreras que se les imponen por su condición social. Mujeres con diversidad funcional, mujeres víctimas de violencia de género o mujeres en riesgo de exclusión. Para ellas, el empleo es, aún si cabe, el medio hacia la igualdad e integración efectivas. Empresas como Clece trabajan para favorecer la igualdad de oportunidades en el acceso al empleo, trabajando con colectivos socialmente vulnerables. En el día de la Mujer Trabajadora, podemos conocer la mirada femenina de estos colectivos a través de sus historias de superación.
No hace falta decir muy alto la terrible desigualdad que pueden sufrir algunas mujeres según su procedencia, Olula, nativa de Nigeria, sufrió en su piel la violencia de género por parte de su pareja. Tuvo que hacer frente a duros momentos al llegar el vencimiento de su anterior contrato, con el que cesaría su permiso de trabajo y residencia en España, provocando su vuelta a Nigeria, donde tendría que reencontrarse con su agresor. Sin embargo, Clece consiguió neutralizar este problema ofreciéndole otro contrato que regularizaba su situación y que impedía que volviera a su país de origen. Ahora Oluloa trabaja en un entorno en el que “la relación con el equipo es fantástica, me ayudan con el idioma y me facilitan los recursos.”
Además, la nigeriana tiene una niña pequeña, motivo por el cual la empresa le cambió su horario laboral como limpiadora para que pudiera tener una buena conciliación entre la vida laboral y privada. Apostando por su valía, Clece le proporcionó unos cursos de formación para que pudiera comprender las tecnologías necesarias para desempeñar su nuevo puesto en administración.
La etnia puede ser otro motivo de exclusión para las mujeres en el mundo laboral. Es el caso de Fuensanta, de etnia gitana. “El ser una mujer sin preparación ni experiencia, con el peso de mi cultura y los estereotipos que hay entorno a ella, con 39 años y el hecho de tener un hijo con una discapacidad, ha complicado muchísimo mi acceso al mercado laboral”. Sin embargo, Fuensanta no perdió nunca las ganas y la esperanza de tumbar esos prejuicios: “He aprendido mucho de mis compañeras de trabajo, y me han ayudado mucho en mi día a día. Ahora siento que ya puedo apoyar y enseñar a nuevas compañeras”.
María Dolores Cruz Becerra, encargada de recursos humanos de Clece indica que se puede fomentar la igualdad en los diferentes sectores de la sociedad mediante la creación de programas para acceder al mercado laboral o ayudas para su contratación. Con acciones como ésta, asegura, “las administraciones y empresas podrían optar por contratar a más mujeres”. En este sentido Sonia Jorge, una empleada gallega de Clece, que sufre una discapacidad intelectual, asegura que la gran barrera que debe superar por tener una minusvalía es “la desconfianza que genera y el desconocimiento por parte del empresario”.
Además, María Dolores señala la importancia de intentar implantar estas ideas en la sociedad. Sin este esfuerzo, Laura Ramos, otra empleada de Clece que sufre una discapacidad sensorial auditiva, no habría conseguido sus objetivos. Su discapacidad fue el motivo por el cual abandonó los estudios a los 15 años y buscó trabajó insaciablemente desde los 17, encontrándose con “la negativa del entorno en ver mis capacidades, solo ven mis limitaciones”, expone.
En el año 2011 Laura empezó a trabajar con Clece, y desde entonces volvió a recuperar la confianza en sí misma, se sacó el carnet de conducir, el graduado e incluso ha empezado a estudiar para ser interventora socio-educativa nivel III.
Estos ejemplos de superación nos muestran que, a pesar de que la lucha no ha terminado, las mujeres siguen acercándose día a día más a la igualdad laboral.