Los gritos de Nieves despiertan a más de uno que echa la siesta en el tren de cercanías. "¡Me han robado! ¡Seguridad! ¡Seguridad! ¡Esa pendeja me ha quitado el monedero!". Ya con los ojos de todos los pasajeros encima, sigue: "¡A ver, ¿dónde está? ¿Quién me ha sacado la cartera del bolso?". En el vagón, un silencio incómodo. Miradas cruzadas, al suelo, al techo...
Nieves sigue rebuscando en un bolso de tela amarilla sin dejar de gritar: "¡Lo ha cogido y se ha ido! ¡Seguridad!". Su marido y otra pareja, con los que viaja en dirección a Móstoles, la miran todavía de pie, sujetando las maletas.
"¡No lo aprietes que se para el tren!"
"Eso de ahí parece un botón de seguridad", dice un joven. "¡No, no! ¡No lo aprietes, que entonces se para el tren!", contesta una señora.
"¿Te has fijado cómo iba vestida?", pregunta a Nieves su marido. "No... Ha sido muy rápido. Es joven y lleva como una bolsa de plástico colgada a la espalda". "Seguro que ya no está en el vagón, habrá salido corriendo y ahora se bajará".
En un arrebato desesperado, Nieves amaga con pedir al resto de pasajeros que muestren sus bolsos, una especie de registro, pero en unos segundos se da cuenta de que eso es una locura.
Los vigilantes de seguridad
Justo cuando el tren llega a la siguiente estación, irrumpen dos vigilantes de seguridad. Atienden a Nieves. Uno de ellos anota en la libreta. Pide rasgos, pero ella no se acuerda. Sólo eso: "Joven y con una especie de bolsa de plástico a la espalda".
Aunque la descripción física apenas importa. Los vigilantes relatan que los carteristas trabajan en equipo: uno sustrae el objeto y se lo pasa a su compañero lo antes posible. La información ni siquiera sorprende a Nieves, que contesta: "Ya, ya, a un familiar también le ocurrió".
Los dos agentes se despiden y le aconsejan que ponga una denuncia, con la que así podrá recuperar de forma gratuita su abono de transporte. "Algo es algo".
Así fue el robo
Nieves, su marido y la otra pareja se sientan frente a frente, al fondo del vagón. Ella, ante el silencio de los tres, narra el robo. La chica se puso justo delante de ella nada más subir al tren, cerrándole el paso disimuladamente. "Yo no entendía, era muy raro, con todo el hueco que había y se me ponía pegada, casi empujándome".
Después notó una mano en el bolso y para cuando levantó la cabeza, la carterista ya estaba lejos, cruzando la puerta para perderse en el vagón contiguo.
El carterismo en Madrid
Esta escena, la del robo sufrido por Nieves, ya es costumbrismo, incluso ha dejado de ser noticia. Uno de los últimos estudios realizados acerca del carterismo, en 2013, revelaba el siguiente dato: cada día se producen más de 1.000 sustracciones de este tipo en la capital.
Un veterano policía municipal, en conversación con este periódico, relata que existen muy pocas técnicas de prevención, "por no decir ninguna". "La única manera es tenerlos fichados y pillarlos con las manos en la masa".
Este agente describe el trabajo en cadena al que se referían los guardias de seguridad de Renfe en el vagón: "Uno se hace con la cartera, se la pasa a otro, que saca el dinero, y por último se la da a un tercero, que se deshace de ella".
"Viven en la impunidad"
"Son reincidentes casi todos. Como casi siempre el robo no supera los 400 euros, sólo se les puede tomar declaración y apuntarles la falta, pero no detenerles. Juegan en ese límite, en la fina barrera que separa el hurto del robo".
Con el objeto de no rebasar los 400 euros que convierten el hurto en robo, aquellos que trabajan en equipo se reparten los beneficios nada más sustraer el objeto.