Por desgracia, a día de hoy, 10 de junio de 2017, el origen del autismo sigue siendo uno de los grandes misterios de la Humanidad. Por desgracia, a día de hoy, 10 de junio de 2017, hay personas, afectadas directa o indirectamente por el autismo y desconocedores absolutos de este trastorno del neurodesarrollo, que se aferran a cualquier información, a cualquier clavo ardiendo con tal de encontrar una explicación, con tal de evitar ese salto de fe que tantos hemos dado -y, de nuevo por desgracia, tantos tendrán que dar en el futuro inmediato- para asumir que no sabemos de dónde viene y por qué nos ha tocado a nosotros un hijo, un hermano, un amigo o un conocido con autismo.
El problema no está en ese miedo a lo desconocido. De hecho, si no existiera tal temor tampoco existirían los timadores de la salud que tan bien han reflejado nuestros compañeros en la serie de curanderos sin oficio y con mucho beneficio. El miedo es libre y siempre existirá quien se aproveche del pánico de los demás. Otra cosa es que le demos un micrófono, una cámara o la página de un periódico a un pseudoperiodista que habla de oídas de informaciones pseudocientíficas.
Si bien es cierto que el periodismo es un oficio, no una profesión -no se necesita título académico alguno para ejercerlo-, no lo es menos decir que usted, Javier Cárdenas, de periodista no tiene ni el porte. Porque, por muy pronto que comenzara usted a trabajar en los medios y por muchos años que lleve delante del micrófono y la cámara, ha dejado usted mi profesión a la altura del betún. Y lo que es peor, ha difundido una información negada de forma tajante y contundente por la comunidad científica internacional.
No, las vacunas no provocan el autismo de nuestros hijos. Y sí, las vacunas salvan vidas, millones de ellas a diario, en Europa y en América y de forma especial en África y Asia, en aquellos lugares donde más precariedad médica existe. ¿Y por qué sabemos que esto es así? Por tres cosas bastante sencillas:
1) El bulo pseudocientífico que relaciona el autismo con las vacunas se basa en un estudio del médico británico Andrew Jeremy Wakefield. Este farsante -supongo que en algún momento de su carrera ejerció la medicina respetando el código hipocrático- no sólo realizó un estudio con fuertes condicionamientos económicos en su origen, sino que los resultados que dijo haber hallado relacionando el autismo con la 'vacuna triple vírica' o el autismo y ciertas enfermedades intestinales fueron imposibles no sólo de demostrar, sino que la comunidad científica fue incapaz de reproducirlos.
Y no sólo eso Sr. Cárdenas. El Consejo Médico General de Reino Unido decidió abrir una investigación por la acusaciones de mala praxis y de abusos a niños con autismo -a los que sometió a punciones lumbares y colonoscopias saltándose cualquier clase de ética profesional- y en 2010 le desautorizó absolutamente por haber "faltado a su deber como médico especialista responsable" y por haber "actuado de manera deshonesta e irresponsable". De hecho, The Lancet, la revista que publicó dicho estudio se retractó del mismo.
2) La alarma social que la publicación de Andrew Wakefield provocó un descenso más que espectacular en el número de familias que decidieron no vacunar a sus hijos. Y esa decisión no sólo causó un aumento considerable del número de casos de sarampión o paperas, sino que han hecho aparecer el miedo de que resurjan enfermedades que a día de hoy, 8 de junio de 2017, se creían erradicadas.
3) Tuberculosis, cólera, dengue, difteria, hepatitis A, hepatitis B, papilomavirus humano, gripe, encefalitis japonesa, sarampión, meningococos, tosferina, neumococo, poliomilits, rabia, rotavirus, rubeola, tétanos, varicela, encefalitis de diversos tipos o malaria son sólo algunas de las vacunas testadas científicamente y recomendadas por la Organización Mundial de la Salud. Sin ellas se perderían millones de vidas inocentes cada año.
Las tres razones anteriores deberían servir y bastar para ejercer el oficio periodístico con dignidad, para no especular, para no decir tonterías. Pero, sobre todo, para hacer las cosas de forma correcta y no basándose en especulaciones e informes pseudocientíficos: primero documentarse, después contrastar tal información y, finalmente, contársela a sus oyentes, televidentes o lectores. Supongo que era un gran esfuerzo.
De todas formas, y no sirve de ningún consuelo, son muchos los que se dejan vencer por ese miedo a lo desconocido, por su incapacidad para dar el salto de fe que decíamos al principio de este post. Algunos incluso, Sr. Cárdenas, con muchos más oyentes, televidentes y lectores que usted. Robert de Niro se prestó a poner su imagen en la promoción del documental “Vaxxed; From cover-up to Catastrophe”, presentado en el Festival de Cine de Tribeca (EEUU) y que defendía las tesis de Andrew Wakefield. Tal fue la respuesta de la sociedad médica y científica estadounidense que el documental fue censurado y al Sr. De Niro no se le ha vuelto a escuchar palabra alguna al respecto. Quizás usted, Sr. Cárdenas, debería aplicarse el cuento.
[Más información en nuestro blog Autismo, puzles y galletas]