En doce años, prácticamente el 25% de los españoles tendrá más de 65 años. En dos décadas la esperanza de vida de los hombres en España ha aumentado hasta los 80, la de las mujeres supera los 85. El panorama es claro: España es y será un país de viejos. La duda está en si será un país para viejos.
El reto demográfico que España tiene por delante implica garantizar una buena calidad de vida para las personas de la tercera edad, una cuestión que aunque parezca obvia está lejos de ser real. Con motivo del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, EL ESPAÑOL y Clece organizaron el foro Nuevos modelos de atención al mayor en Santander, donde diferentes expertos debatieron sobre cómo garantizar que el cuidado de la tercera edad sea digno a través del modelo de atención centrada en la persona, un paradigma ya implantado en países europeos y que llega a España para redefinir la manera en que se atiende a estas personas.
"Necesitamos un cambio cultural"
Para Beatriz González, directora de la residencia cántabra Las Anjanas, este es el mejor modelo para garantizar un trato digno a los ancianos. “Con esta técnica entendemos a la persona y sus necesidades, la contemplamos como un miembro activo. No vemos lo que le falta, sino lo que puede hacer”, afirma González. De este modo, se garantiza que la tercera edad no signifique que la integridad del anciano pase a un segundo plano y se le trate más como un niño que como un adulto.
¿Cómo se consigue cambiar este paradigma? "Haciendo un cambio cultural total", responde Isabel Lebrero, enfermera especialista en geriatría. "Para que tratemos a los ancianos como los adultos que son se deben implicar todos los agentes sociales", afirma. Para lograr este objetivo María Tejerina, concejala de Familia, Servicios Sociales, Inmigración y Cooperación al Desarrollo del Ayuntamiento de Santander, apuesta por el "envejecimiento saludable". Es decir, ser conscientes de que la tercera edad no sólo pasa por estar sano, sino "psicológicamente activo y tener una vida social rica".
Involucrar al anciano en su comunidad
"No sólo tenemos que ver qué le falta a esa persona, sino qué puede hacer", explica González. De este modo, cuenta la directora, se involucra al anciano en su comunidad y se convierte en un miembro activo, en lugar de relegarlo a un sillón. Tejerina pone como ejemplo los huertos que el Ayuntamiento santanderino instaló para que personas de la tercera edad junto a los niños de la ciudad los cuidaran.
Con este modelo, además, dice González "se evitan que se creen problemas que se podrían evitar, tanto físicos como psicológicos". Felisa Lois, directora del Instituto Cántabro de Servicios Sociales, comentó durante el debate que los profesionales son conscientes de la importancia de adaptar este modelo, pero explicó que "tanto en el sector sanitario como en el social hay que ser conscientes de que no sólo no es fácil, sino que es a veces considerado como una modelística que se le ocurre a un determinado entorno". Lois relata que "el desarrollo y la implantación de un modelo tan complejo como este no es para un periodo de cuatro años", por lo que será necesario que los agentes sociales implicados insistan en sus beneficios y se cree un cambio educacional en el cuidado de la tercera edad.
Esperanza Ruiz contó su experiencia como familiar del Centro de Día General Dávila (ICASS) de Santander. El marido de Ruiz estaba en una situación muy complicada ya que tiene una demencia muy avanzada. La vida en familia era prácticamente imposible ya que su enfermedad complicaba la convivencia: "No comía, no dormía, se ponía agresivo... era desesperante", cuenta.
Sin embargo, cuando Esperanza tomó la decisión de que su marido asistiera a un centro varias horas al día la situación cambió. En el General Dávila han optado por implantar el modelo de atención centrada en la persona por lo que al conocer las especificidades del paciente, en este caso el marido de Esperanza Ruiz, "la vida nos cambió por completo", cuenta emocionada. "Comenzó a comer, a dormir a pierna suelta y estaba mucho más tranquilo".
Humanizar la geriatría
Uno de los puntos clave del foro fue el cuidado sin sujeciones, fundamental para emprender el modelo de atención centrada en la persona. Las sujeciones son los elementos físicos o químicos que se usan para sujetar a los ancianos en determinadas ocasiones. Los expertos que participaron en el encuentro coinciden en que hay que eliminar esta práctica de los hogares y las residencias de ancianos españolas.
La enfermera Lebrero, también pionera en el cuidado sin sujeciones, cuenta: "Como sociedad debemos ser conscientes de que hay prácticas que no son cuidados: atar a una cama a una persona o sedarla no es cuidarla. Las sujeciones representan el maltrato institucional". Por ello Lebrero afirma que hay que "individualizar" cada caso y "conocer e incluir a la persona en el proceso del cuidado".
Para la presidenta del Colegio de Enfermería de Cantabria, Rocío Cardeñoso, "se llega a las sujeciones porque ha habido un fracaso". Para evitarlo apuesta por "saber qué ha fracasado en ese cuidado que ha llevado a sujetar a alguien. La evidencia científica dice que con cuidados individualizados, con un modelo centrado en la atención a la persona, la sujeción es evitable".
Al reto demográfico se le une uno más importante: garantizar una vejez digna para todos. Y los expertos coinciden en que sólo innovando y humanizando el cuidado se logrará.