Sonia, Carmen, Isabel y María tienen esta semana turno de siete de la mañana a tres de la tarde. Se levantan temprano y se van al monte, su oficina. Durante las ocho horas siguientes desbrozan, limpian y vigilan los bosques de la zona de Villar de Santos, en Ourense, la provincia con más incendios de España. Si hay fuego, el horario se deshace. Las llamas no entienden de relojes.
La semana que viene trabajarán de tres a once de la noche y la siguiente de ocho de la tarde a cuatro de la mañana. Son bomberas forestales y pertenecen a las brigadas especiales de verano. Trabajan solo en esos tres meses, los más calurosos del año y en los que el riesgo de incendios es mayor.
Son bomberas normales, pero pertenecen a una grupo singular: su equipo está formado por cuatro mujeres y un hombre. La única cuadrilla así de Galicia, y también un caso extraordinario en España.
"¿Conciliación? ¿Qué es eso?"
Sonia Coello tiene 40 años y es la jefa de la brigada, durante ocho horas al día apaga fuegos en los montes orensanos, las restantes en casa. Tiene dos hijos de tres y seis años que durante el tiempo que es "bombero de monte", como la llama su hijo pequeño, se quedan con sus abuelos. "¿Conciliación? ¿Qué es eso?", ironiza Sonia.
Sonia se quedó en paro en plena crisis hace nueve años -era ingeniera técnica forestal- y comenzó a ejercer de bombera. Trabaja tres meses al año y es "mileurista pelada", aún así le compensa porque es su pasión pero resulta muy complicado: "Este trabajo no tiene horarios y es imposible conciliar porque mientras nosotras trabajamos no hay guarderías, colegios ni nada. Mi marido trabaja, aunque tenemos la suerte de que los abuelos están jubilados y pueden quedarse con los niños". De hecho Sonia aunque es de La Coruña se desplaza tres meses al año con sus hijos a Villar de Santos para trabajar porque es donde viven sus padres. Si no, sería imposible.
La jefa de la brigada ríe. "Somos bomberas con ojeras de madre". Ella no es la única del equipo para quien la conciliación es una entelequia. Isabel Cristina es madre de un niño de nueve años, María Jesús Álvarez, de uno de ocho. Ambas tienen 50 años y una larga experiencia como bomberas forestales.
Pero la que más lleva en el oficio es Carmen García, que lleva apagando fuegos trece años. Ahora tiene 48 y una hija mayor que ya trabaja: "Yo ya he pasado por lo mismo que mis compañeras y es muy duro", explica Carmen. Para estas madres de familia es imposible conciliar con un trabajo que sólo realizan tres meses al año, los mismos que los niños dejan de tener colegio.
"No hay que temer" al fuego
A Sonia no le sorprende que una brigada esté formada casi exclusivamente por mujeres, pero sí le llama la atención que haya quien no lo vea como algo normal: "Pensaba que esto estaba más normalizado, nosotras hacemos lo mismo que cualquiera. Vigilamos los montes, apagamos fuegos... Hoy se nos ha roto la desbrozadora y ha la hemos arreglado, no estaba nuestro compañero [Albino Rodríguez Jardón, el único hombre del grupo] y no ha hecho falta".
Carmen coincide con su compañera e insiste en que su oficio, cuidar los montes del fuego, lo puede hacer cualquiera, independientemente de si es hombre o mujer. "No hay que temer este trabajo, es precioso y engancha", explica.
La brigada rastrea de arriba abajo las pistas forestales de Ourense 90 días cada año, los meses estivales. Pero además de patrullar para que no haya conatos y apagar los fuegos que surgen, también deben desbrozar el monte para prevenirlo contra las llamas.
"Hay que seguir reforzando las brigadas, no basta con hacerlo tres meses al año, hacen falta mínimo seis para que en abril, mayo y junio hiciéramos una gran labor de desbroce y prevención, y en los meses de alto riesgo nos dedicáramos a vigilar", asegura Sonia. "Si hubiera más prevención, el monte estaría más limpio y habría menos incendios", añade Carmen.