Tras un año y medio ya de exitosa andadura, no parece que haya muchas dudas de que Amparito Roca ha venido a la capital para quedarse.
Aunque desde el primer momento la acogida en Madrid a este conocido establecimiento, con nombre de pasodoble, no ha podido ser más positiva; el progresivo y constante afinamiento, tanto de su cocina, como de su servicio, han convertido al restaurante de Jesús Velasco en una máquina, casi perfecta, de satisfacción gastronómica.
Yo habré ido a Amparito no menos de una docena de veces y en todas las ocasiones he salido con una misma sensación de plenitud y redondez. La excelencia y regularidad son las dos características que pueden convertir un buen establecimiento, en un gran e ineludible restaurante, algo que creo que Amparito ya ha conseguido.
A lo largo del corto espacio de tiempo que ha transcurrido desde la apertura de Amparito en Madrid, su propuesta culinaria, acertada desde el principio, se ha ido asentando, con rotundidad, en platos con pinta y vocación de clásicos. Los callos son de lo mejor de ciudad; las alubias pochas con un ligero arreglo de fabada, un monumento de sabor, textura y coherencia; el ajo blanco, una golosina para la eternidad; la menestra entre las buenas, buenas ; la marmita castellana de congrio seco - hambruna de posguerra-, se transmuta en poética y suculenta austeridad ; los pescados, nada crudos, presentados en sencillas y jugosas preparaciones . Y hablando de crudos, excelentes los tártaros de atún y de solomillo. El carpaccio de humilde cerdo blanco con burrata de oveja y foie trufado, y el ceviche de mero, originalísimos y muy sabrosos.
Desde la apertura de Amparito en Madrid, su propuesta culinaria se ha ido asentando, con rotundidad, en platos con pinta y vocación de clásicos
Y así podríamos seguir…. todo muy hilado, muy bien traído y bien llevado y con la singular presencia, que siempre añade un punto más de satisfacción a la experiencia de comer en Amparito, de ese socarrón perillán que es el incomparable Jesús Velasco, un entrañable personaje que crea adicción y que, sin ninguna duda, ha contribuido de forma decisiva, al rápido, merecido y sólido éxito de su establecimiento; algo que, desgraciadamente, no ha conseguido otro grande de Castilla La Mancha, Manuel de la Osa, con su “Adunia”, inaugurado también a finales de 2016 y que cerró sus puertas el pasado 10 de Julio . Y es que en Madrid se abren muchos restaurantes, pero también se cierran.
Pero volvamos a Amparito. El restaurante disfruta de una magnífica ubicación en un luminoso esquinazo entre las calles Juan Bravo y Lagasca, frente a la embajada de Italia; y, además, tiene aparcacoches, algo muy importante tal y como se están poniendo de difíciles las cosas en esto de moverse con vehículo en Madrid.
No se duerman, no es fácil conseguir mesa. Hay demasiada gente que está de acuerdo con lo que aquí se ha escrito.