En verano, Magaluf se convierte en el paraíso para los británicos; buen clima, precios mucho más asequibles que en su país y fiestas durante las 24 horas del día. En definitiva, diversión sin descanso al alcance de la mano de muchos. Pero este turismo de fiesta también muestra su cara más amarga durante la temporada estival: la primera semana de julio de 2019 hasta tres turistas se precipitaron desde el balcón del hotel donde estaban alojados. Y esto es solo un ejemplo. El conocido balconing se cobró durante el verano de 2018 más de diez muertos; en su mayoría británicos.
Jack, un joven inglés de 23 años, ha contado a la cadena BBC el infierno que pasó cuando cayó desde un segundo piso. El joven ha narrado cómo ocurrieron los hechos; un viernes por la noche salió de fiesta con su amigo Mike, a la vuelta de la juerga, su compañero le dejó en su habitación. Tras esto, decidió salir a fumar al balcón -en un estado claro de embriaguez-. Comenzó a vomitar y se asomó desde el segundo piso. En ese momento, cayó. A partir de ahí no recuerda nada. Ingresó en el Hospital Son Espases con un pronóstico muy grave.
"Me rompí cada hueso de mi cara"
A Jack le tuvieron que contar qué había sucedido casi dos semanas después. "Tenía un derrame cerebral. Me rompí cada hueso de mi cara. Me rompí mi muñeca derecha. Mi pelvis quedó hecha trizas. Me disloqué la pierna izquierda. Y se me rompió la rótula", ha apuntado a la cadena británica. Los doctores advirtieron a sus amigos y familiares del estado del joven; no sabían si iba a superar esa noche. "Honestamente, pensé que había muerto", explicó su hermano.
Pero contra todo pronóstico, y dos semanas después del accidente, Jack salió del coma. Sin embargo, la pesadilla seguía allí. "De la forma en que me disloqué la pierna izquierda era muy peligroso, porque estaba cerca de la médula espinal. Me podría haber quedado paralítico", expone. En ese momento comenzó un calvario de operaciones; le colocaron una placa en la pierna, le reconstruyeron la cara, especialmente los dientes. Se había roto cada uno de los huesos de su rostro.
Tras casi un mes hospitalizado, Jack pudo volver a Wolverhampton, su ciudad. En su casa, no podía valerse por sí mismo, pero con el tiempo ha ganado la autonomía suficiente para gozar una autonomía casi total. El joven quiere agradecer a las personas que le encontraron tirado en la calle, ya que sin su ayuda, probablemente habría muerto. También, ha demandado la poca seguridad de los hoteles de Magaluf: "Apenas me llegaba la barandilla por la cintura".