Desde que se declaró el estado de alarma, la Unidad Militar de Emergencias (UME) ha estado desinfectando todo tipo de espacios a lo largo y ancho del país para tratar de frenar la propagación del coronavirus. Con un cañón de nieve desinfectante, esta brigada ha dejado impolutos desde aeropuertos o estaciones, a edificios de la administración o incluso pueblos enteros. Su misión más dura, no obstante, no llegaba hasta esta última semana: las residencias de ancianos.
Cuando el Ejército aterrizó en distintos geriátricos repartidos por la geografía nacional para desinfectarlos, pues sus inquilinos conforman el grupo de mayor riesgo ante la Covid-19, presenció escenas dantescas. Ancianos y mayores abandonados, cuando no muertos en sus camas, y que, en algunos casos, incluso convivían con cadáveres desde hacía días, fallecidos a causa del virus. En esta ocasión, habían llegado demasiado tarde.
Las muertes desatendidas en ancianos por esta pandemia global, sin embargo, no solo se han producido en las residencias privadas durante estos 15 días de cuarentena. La realidad es que se cuentan por docenas los mayores que han muerto solos en sus casas, sin tiempo u opciones de ir a un centro sanitario; o en compañía de familiares que, en cualquier caso, no han podido hacer nada por ellos. Para estos casos, a falta de Unidad Militar de Emergencias, existe una brigada especial en España, cuyo nombre no les resultará del todo extraño: Limpiezas Traumáticas González.
Esta empresa, dirigida por Manolo González (47) y con sede en Hellín (Albacete), está acostumbrada desde hace seis años a paliar con todo tipo de horrores. Este equipo, formado por 50 personas y que viaja por todo el país, se encarga de fregar viviendas que han sido escenarios de crímenes; de dejar relucientes los pisos en los que se han producido suicidios; de limpiar aquellos que han albergado un cadáver durante meses sin que nadie se percatara, o de dejar como nuevos en los que ha vivido, y posiblemente muerto, alguien con síndrome de Diógenes. Hasta la fecha, ya han realizado más de 700 limpiezas traumáticas.
Cinco muertes al día
Desde que la Covid-19 se colase de manera silenciosa entre nuestras fronteras y empezara a cobrarse vidas, Limpiezas Traumáticas no ha parado. Es más, según cuenta su fundador a EL ESPAÑOL, están completamente desbordados y trabajando casi las 24 horas del día. "Las muertes de ancianos se han disparado mucho por este virus. En las últimas dos semanas, hemos hecho una, dos, cuatro e incluso cinco limpiezas de casas al día en las que mayores habían fallecido a causa de coronavirus", cuenta Manolo. La mayoría de estos trabajos se han realizado en la Comunidad de Madrid, la Comunidad Valenciana y la provincia de Málaga.
Y aún así, aseguran que esto solo acaba de empezar. "Cuando todo esto pase, serán muchas las personas que habrán muerto en sus casas sin que nadie de su entorno haya podido avisarnos para ir a limpiar. El trabajo se multiplicará y eso que ya estamos al 100%", explica este empresario.
Sin recibir formación militar, pero preparados para trabajar con todo tipo de productos desinfectantes y con los cañones de ozono en mano —2.000 veces más potentes que la lejía—, podría decirse, sin dudas, que los son la otra UME que trabaja sin descanso limpiando muertes por coronavirus en España para tratar de frenar la expansión del SARS-CoV-2.
Y, además, poniendo en riesgo su propia vida. Esto se debe a que al principio de esta crisis sanitaria, Limpiezas decidió donar el 95% de sus equipos de protección (EPIs) a hospitales y residencias de ancianos, en los que apenas se contaba con recursos para luchar contra el virus. Monos, mascarillas, guantes, gorros, gafas aislantes... Esta brigada albaceteña apenas cuenta con medios. Así que, al igual que los sanitarios en la mayoría de los centros, Limpiezas González reutiliza sus herramientas para seguir trabajando, y al mismo tiempo, ayudando a aquellos afectados por la Covid-19.
Cómo trabajan
En la mayoría de casos, los damnificados por el virus, es decir, aquellos que han fallecido o familiares que convivían con el enfermo, no pueden pagar por los servicios que ofrece esta empresa. "Se trata de una situación excepcional. El 60% no puede pagar, pero ¿cómo no le vamos a desinfectar la casa? Se hace a todo el mundo; donde hay dinero se cobra y donde no, pues no se cobra", zanja este empresario, ahora rebautizado en héroe.
Su trabajo no solo se basa, ahora, en limpiar muertes traumáticas; también han colaborado desinfectando guarderías, colegios e institutos y parques. Y, además, han prestado sus dos camiones para trasportar alimentos y medicación a las residencias de ancianos. "No paramos, de verdad. Cuando llegamos de limpiar se cogen los camiones, los chóferes van casi sin dormir, pero hay que hacerlo, tenemos que ayudar a la gente", cuenta Manolo.
A pesar de todo, la labor de los González no deja de ser un oficio inusual y prácticamente único en nuestro país, pues según cuentan, son la única empresa legal para trabajar en este tipo de situaciones y emplear sus productos desinfectantes contra la muerte. ¿Cómo han llegado hasta aquí? Tradicionalmente, cuando se producía una muerte más o menos aparatosa era la misma familia, o el servicio funerario, quien se encargaba de adecentar el hogar. Ahora, desde que a Manolo lo llamaron allá por 2014 para hacer su primera limpieza traumática y se corrió la voz, cada vez que se produce una defunción complicada en España, cuando agentes y forenses terminan su investigación, alguien siempre acaba diciendo: Llamad a Limpiezas González". Todo el mundo les conoce.
Actualmente, dadas las circunstancias, quienes les llaman son directamente los familiares del fallecido, tras su muerte por el SARS-CoV-2 en su domicilio. Y en caso de que estos pacientes estuviesen ingresados, son los hospitales quienes recomiendan a los allegados tras la defunción que llamen a esta empresa para desinfectar la vivienda. "El trabajo de estos 15 días supera a todo lo que hemos hecho antes. También hemos hecho varios suicidios y tenemos pendiente algún caso judicial por violencia de género, pero sobre todo hemos tenido mucha demanda de particulares a los que se les han muerto padres, tíos, abuelos, suegros...".
Entrar a la vivienda
El primer paso es llamar al teléfono de esta empresa. Después, a través de la oficina central que atiende a los clientes, el equipo se divide las limpiezas que habrá a lo largo de ese día y toda la maquinaría se pone en funcionamiento. Ahora, ante la crisis sanitaria por la Covid-19, si se traba de un fallecido por el virus, los González tiene que esperar por seguridad al menos 72 horas para ir a limpiar la vivienda, que según los expertos es el tiempo que permanece el SARS-CoV-2 sobre las superficies.
Transcurrido ese tiempo y, normalmente divididos en grupos de siete personas, marchan allá donde se les demanda. Hoy se encuentran en Benicassim (Castellón), dónde un anciano ha fallecido en su hogar a causa del coronavirus. Tras el levantamiento del cadáver, la familia les llamó para que limpiasen la vivienda.
La cuadrilla llega a primera hora de la mañana y, discretamente, se pone manos a la obra. Con guantes, mono, mascarilla, buena bota, el cepillo, la fregona, el pico y un sinfín de productos de limpieza, empieza el trabajo. El primero que suele entrar en el domicilio es Manolo y si no está él, el encargado de turno. Esta persona es la primera en darse de bruces, por lo general, con la escena más dantesca e inundada de pestilencia.
Lo más importante es que se limpie y se fumigue cuanto antes, sobre todo por lo que ellos denominan los bichos de la muerte, aquellos insectos que se alimentan únicamente de sangre. "Cuando se come el cuerpo, la larva se mueve por las tuberías, los frigoríficos... y si se propaga a los pisos de al lado, entonces tenemos un problema", alecciona Manolo.
De este modo, el resto de trabajadores entran en la casa y empiezan a limpiar y desinfectar cada rincón del piso. Al mismo tiempo, dos empleados van vaciando todo el apartamento y van bajando bolsas de basura con todo lo que encuentran en mal estado, que almacenan en contenedores especiales que tienen en el furgón en el que han viajado. Una vez termina este proceso, el último paso es sacar el cañón de ozono —que también emplea la UME— para desinfectar toda la casa. "Tenemos varios tipos, conforme la empresa ha ido creciendo, hemos ido comprando cañones que tienen el triple de potencia", señala el empresario a este periódico.
Tras esto, se precinta la vivienda, se manda al cliente el certificado de que ha sido desinfectada de todo tipo de males y ya puede regresar a su hogar, o emplear el de su familiar fallecido.
Los precios
Todo va incluido en el precio: profesionalidad, limpieza y desinfección total. Las tarifas por servicio rondan entre los 1.500 y los 6.000 euros. Todo dependerá de las horas que se empleen y del espacio afectado por la sangre o los fluidos, cuando se hable de una muerte traumática. Por ejemplo, limpiar el suicidio de alguien que se ha tirado desde un balcón sería la tarifa más barata: 1.000 euros. Pero, si alguien decide quitarse la vida con una pistola en su casa, "la sangre salta por todo", apunta Manolo, y eso hace se incremente el presupuesto.
Algo intermedio, por otro lado, sería una limpieza de síndrome de Diógenes en un piso estándar, teniendo en cuenta que estuviese lleno de basura, que costaría unos 3.500 euros. Aún así, los González siempre evalúan en una tabla del 1 al 10 la complicación de su trabajo y, con ello, fijan el precio para informar con anterioridad a los clientes. Ahora, no obstante, como ha adelantado el fundador al principio de la conversación, solo se cobra a aquellos que pueden permitírselo dada la situación de emergencia que vive el país.
Construir un equipo del nivel de esta empresa traumática, que debe estar preparado ante cualquier adversidad, no ha sido una tarea fácil. "Algunos solo con el olor no podían siquiera entrar, otros se caían redondos, pero al final hemos conseguido crear un grupo potente y muy profesional", declara, con orgullo, Manolo. Ahora, además, han contado con una avalancha de voluntarios ante la demanda de trabajo. Lo que realmente se necesita es valor, estómago y mucha facilidad para olvidar, sobre todo estando inmersos en esta pandemia global, que ya se ha cobrado la vida de más de 5.000 personas en España.
"Esto es duro, pero alguien tiene que hacerlo. Limpiezas González estará en la calle hasta el último día que esto termine", sentencia el albaceteño.