La familia Cebrián Gervás.

La familia Cebrián Gervás.

Sociedad

Los Cebrián, los padres y sus 11 hijos contagiados: así viven en un piso de 170 metros en Valladolid

"Hemos pasado miedo. Ves a tu hijo con tiritonas, vomitando y no sabes cómo va a reaccionar. Yo solo pensaba en que no podía irme al hospital y dejarles solos", cuenta el progenitor. 

3 abril, 2020 02:32

Noticias relacionadas

La vivienda de los Cebrián Gervás se ha convertido prácticamente en un hospital desde que comenzó la cuarentena. En el barrio de Huerta del Rey, en Valladolid, en un décimo piso de 170 metros, con cuatro habitaciones. José María, Irene y sus 11 hijos han tenido que lidiar como han podido contra el temido coronavirus. Desde los más mayores a los más pequeños, se han ido contagiando uno a uno el virus hasta llegar a situaciones límite sin poder salir de casa. 

Cuando a Irene le comunicaron que era positivo de Covid-19, el aislamiento con sus hijos era ya, sencillamente, imposible. Así es como ha vivido esta familia numerosa vallisoletana, sin lugar a dudas, los peores días de sus vidas. 

"Hemos pasado momentos de verdadero miedo, ves a tu hijo con tiritonas, vomitando y no sabes cómo va a reaccionar. Yo estuve muy enfermo, solo pensaba en no tener que ir al hospital porque dejaba un cuadro en casa. No podía venir a ayudarnos nadie, estábamos confinados. Hasta ahora, nunca había tenido miedo en la vida. Lo único que nos ha sacado del pozo ha sido la fé", relata José María Cebrián, el padre de José María (1), Helena (3), Alicia (4), Irene (5), Álvaro (8), los mellizos Miguel y Manuel (10), Juan Pablo (11), Luis (12), Fernando (14) y Carmen, que hoy cumple 15 años. 

Todo comenzó días antes de que el Gobierno decretase el estado de alarma. Allá por el 12 de marzo, Irene Gervás empezó a tener dolor de cabeza, pero no le dio más importancia. Será el estrés del trabajo o el ritmo con los niños sin colegio en casa, pensó. El lunes, cuatro días más tarde, y cuando España entera ya estaba confinada en sus casas, los síntomas de esta enfermera fueron a peor. Dolor de cabeza, tos, fiebre aguda, dolor muscular... El diagnóstico parecía claro, pero aún así un test rápido se lo confirmó en su centro de salud.  

En ese momento, José María también había empezado a manifestar síntomas de coronavirus. Y si ya era poco factible el aislamiento de Irene, con 11 hijos, el de los dos era totalmente inviable. Después, vino lo peor. "Los tres primeros días lo pasamos mal, aunque el paracetamol nos aliviaba bastante; pero a los seis días, cuando creíamos que ya no teníamos síntomas, llegó un segundo arreón y empecé a tener problemas respiratorios.  Mi mujer se sentía muy cansada, sin poder levantarse de la cama", cuenta el padre a EL ESPAÑOL. 

La peor noche

Hemos pasado momentos de verdadero miedo, dice el padre de familia.

"Hemos pasado momentos de verdadero miedo", dice el padre de familia. CEDIDA

Al mismo tiempo, los más pequeños de la familia comenzaban a enfermar. "Los niños tenían dolor de cabeza y muchos vómitos, pero en cuestión de día y medio lo iban superando; fueron momentos de angustia", señala Chema. El día en el que Irene o José María se encontraba un poco mejor, ese era el que se levantaba de la cama y cuidaba del resto de la familia.  

Aún así, este arquitecto, conforme pasaban los días, sabía que algo no iba bien, sentía que los pulmones se le salían del cuerpo. "Entré en barrena, no dejaba de pensar si tenía que ir al hospital porque respiraba mal, pero no podía dejar a mis hijos así. Pude controlar el oxígeno con un un medidor que nos dejó mi suegro y nunca pasé de un nivel preocupante". 

O eso quiso creer este padre de familia, pues hubo una noche, especialmente mala, en la que los síntomas le fueron a más y la salida urgente al hospital parecía inevitable. Tal y como le habían dicho sus familiares que hiciese una y otra vez, pero se negó. "Me agarré a la vida y me recuperé, no tenía otra opción", dice aliviado. En esa ocasión, no se midió el oxígeno.

A los 12 días de cuarentena, los peores síntomas se desvanecían y los 13 miembros de esta familia volvían poco a poco a la normalidad. "Estamos saliendo del pozo, pero seguimos sin poder salir de casa. El médico nos ha dicho que tenemos mucha carga viral y que si vamos a la calle todavía podemos contagiar a otras personas, tendremos que estar otras dos semanas sin pisar la calle. Yo aún tengo un poco de tos, pero mi mujer está ya al 100%", cuenta, alegre, Chema. 

Planes familiares

La familia Cebrián en la cocina, durante la tarde de este jueves.

La familia Cebrián en la cocina, durante la tarde de este jueves. CEDIDA

Pero, ¿cómo ha sido capaz esta familia numerosa de organizarse con 11 niños, todos enfermos y sin poder salir de casa? "Nos hemos tenido que organizar como cualquier otra familia, o nos planificábamos o naufragábamos. Además, hemos recibido un goteo de ayuda constante", responde José María. 

Lo primero que hicieron los Cebrián Gervás fue establecer un horario dividido en tareas. Desayunar, asearse y hacer las tareas del hogar es lo que todos hacen durante  las primeras horas del día. Después comienza el cole. Mientras los más mayores siguen las clases online con su profesores, una familiar le da clases por facetime a los mellizos y las más peques de la familia ven en la televisión contenidos educativos. 

Después de la comida, llega el momento de ver una película en el salón y finalmente disfrutar de algo de tiempo libre. "Aquí se nos va un poco de las manos porque empiezan a jugar, por la casa, los vecinos ya están armados de paciencia", cuenta, entre risas, Chema.

Quien se ha encargado, paralelamente, de cocinar para la familia ha sido la abuela materna. Eso sí, sin poner un pie en la casa. "Seguimos siempre el mismo modus operandi, nosotros le abrimos la puerta del garaje, ella entra con la comida o con la compra que le encargamos, la deja en el ascensor y mi hijo, al que llamamos nuestro secretario de Asuntos Exteriores, lo pide y sale a recoger todo al rellano. Alguna vez también lo hemos tenido que mandar de excursión a la farmacia porque el resto no podía salir de casa", cuenta este padre vallisoletano. 

— ¿Cómo han vivido los niños está situación?

— Los mayores son plenamente conscientes de problema, de hecho, no me esperaba que fuesen a tener un comportamiento tan maduro, aunque alguno lo lleva todo por dentro. El resto son conscientes de que es algo importante, es difícil de explicarlo, pero  entienden que los abuelos están en peligro. Y muchas veces me dicen además (ríe) que tenía que haber tosido en el codo y así no les habría contagiado. Razón no les falta, fui muy escéptico al principio. 

Misas en YouTube

La familia, en una imagen, antes de estar confinada en su casa.

La familia, en una imagen, antes de estar confinada en su casa. CEDIDA

No obstante, si hay algo que ha ayudado a esta familia a salir adelante y mantener la calma con el virus metido entre sus cuatro paredes, ha sido la fe cristiana. Cada mañana, a primera hora del día, cuando este matrimonio se levanta, lo primero que hace es seguir una misa en un oratorio de Madrid a través de YouTube. "Mis hijos van viniendo poco a poco con nosotros, aunque los más pequeños se aburren, el resto va entiendo que escuchar la misa nos ayuda a estructurar el día, nos da paz y buen humor", señala. 

Por las tardes, llega la hora de rezar el rosario en familia, cuando termina la hora de relax de los pequeños. Lo que, según cuentan, les ha ayudado a olvidar problemas y a pensar en otra gente que está sola y también tiene el virus. "La ayuda de mi familia fuera, de mis hijos mayores en casa y de todo el mundo ha hecho que tengamos los pies en la tierra; pero rezar, ponernos en manos de la fe, nos ha dado también mucha serenidad", añade. Ahora que llega la semana santa, aunque no podrán ver los pasos en la calle, la familia piensa celebrarlo igualmente. "Seguiremos por la televisión al papa Francisco, los oficios de jueves y viernes santo, y también del domingo de resurrección".